A 50 años de la edición original de Buenos Aires, mi ciudad, un libro pionero con fotografías de Sameer Makarius, reaparece de la mano de la editorial de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, para “reponer en la mirada contemporánea aspectos fugitivos de nuestra identidad”, resume el rector de la institución, Aníbal Jozami.
El libro publicado originariamente por Eudeba llega ahora a raíz de un proyecto conjunto entre Diana Wechsler (subdirectora de Investigación y Curaduría de la universidad) y el hijo del artista, Karim Makarius, que incluyó un escaneo nuevo de los negativos originales para lograr mejor calidad.
Estas fotografías escapan al volumen para dar vida a una muestra que por estos días puede visitarse con entrada gratuita en el Muntref, ubicado en Valentín Gómez 4838, de la localidad bonaerense de Caseros.
Hijo de madre alemana y padre egipcio, Sameer Makarius nació en El Cairo, Egipto, el 29 de abril de 1924. Hasta 1940 estuvo en Berlín, en Budapest (Hungría) cursó sus estudios secundarios y luego de dibujo y pintura.
En 1953, Makarius llegó a la Argentina con su compañera Eva Reiner y con su cámara Leica comenzó a sacar las fotos que conformarían un archivo de Buenos Aires fabuloso que ya no existe. Al año siguiente fundó el grupo Artistas no figurativos argentinos (Anfa) y Fotógrafos contemporáneos (Forum) desde donde promovió la fotografía como arte.
Además expuso en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y fue cofundador del grupo Otra Figuración. Publicó Buenos Aires y su gente (1960), Buenos Aires, mi ciudad (1963) y Makarius: retratos que es de esa época pero recién apareció en 2008, un año antes de su fallecimiento el 4 de agosto.
En el libro, de impecable edición, la foto del edificio Kavanagh se dibuja a través de las ramas de un árbol, la 9 de Julio aparece despoblada y en el fondo la imagen inconfundible del Obelisco mientras un padre y su hija cruzan la avenida.
No falta una instantánea de la calle Florida, rebosante de personas que van y vienen. Y en Plaza de Mayo un puesto con banderitas argentinas para hacer flamear o lucir en la solapa.
A estas fotografías le suceden la avenida de Mayo, el Paseo Alem y una irreconocible toma, por el escaso tránsito, de La General Paz.
El viejo Café Tortoni, la calle Corrientes, las ofertas de una librería nocturna y un lustrabotas en pleno trabajo en el marco del Abasto continúan con este recorrido identificatorio de la ciudad.
La imagen de una gran parrilla, un señor ensimismado de valijita y sombrero que camina en el Once, una cortada arrabalera en pleno barrio de La Boca y un gran ajetreo como siempre sobre San Martín, muestran sin palabras que algunas cosas perdúran en el tiempo.
Apostadores en el hipódromo, los habitués al Colón en una toma hacia abajo, que deja al descubierto el gusto por la música clásica de todos los sectores sociales, se mixturan con una imagen de Parque Lezama, acompañada por los versos de Baldomero Fernández Moreno y los parroquianos (dos de sombrero y uno en camiseta) en un típico cafetín de Buenos Aires.
“El tango crea un turbio pasado irreal que de algún modo es cierto, un recuerdo imposible de haber muerto peleando, en una esquina de suburbio”, ilustran así las palabras de Jorge Luis Borges una imagen de un salón de baile, así como Homero Manzi nos habla de Nueva Pompeya en su inolvidable “Sur”.
A esto se suma una callecita de San Telmo empedrada con un paredón de frente, donde se dibuja una ventanita tapada por plantas, y una escena de la Costanera, hoy ya inexistente, donde varias personas se despliegan en las escalinas de un paseo, cercano a las Nereidas, donde se reunían pescadores y los chicos se mojaban los pies.
Puente Alsina, Barracas, Almagro, Retiro, Constitución, son todas postales que Makarius registra con su cámara y que siguen formando parte del paisaje porteño, aunque con cambios en su fisonomía.
Apuntes costumbristas como la plaza céntrica, el club de barrio, el fútbol, el Luna Park, el tránsito, un albergue nocturno, la feria o el baldío no se escapan a la mirada del artista, cuyas fotos fueron exhibidas recientemente en la Tate Modern de Londres con obras de Piet Mondrian.
En blanco y negro, 60 fotografías, rescatadas del tiempo por este libro nos dan una idea cabal de una ciudad que sigue en permanente proceso de transformación aunque siempre -a pesar de las demoliciones-deja entrever destellos de su matriz original.