Diversos puestos gastronómicos clandestinos, venta de comida, ropa y diversos artículos en veredas y calles.

Después del desalojo de los manteros de la zona de Once (Comuna 3), periodistas estiman que los 900 puestos de Liniers son el próximo objetivo del gobierno porteño para liberar el espacio público. Pablo Tomino, periodista de La Nación contó que en febrero van montar un operativo para desalojar a aquellos que en la Comuna 9 usan el espacio público de manera ilegal: “no ves hoy en la ciudad otro polo donde se hayan radicado los manteros, solo queda Liniers”.
Tomino agregó: “Bares y restaurantes son los únicos habilitados para ocupar la calle. Tienen que pagar un canon mensual entre 250 pesos y 1500 pesos por mesa con sus cuatro sillas. Hay solo treinta inspectores para controlar esto. Los otros negocios que montan sus negocios en la vía pública, también están prohibidos”. Lo cierto es que hoy el foco está puesto en los manteros, que realizan su actividad de manera totalmente ilegal, ya que no están registrados ni pagan ningún tipo de impuestos. Un informe del programa televisivo 70.20 emitido en Canal 9 denunció que de las 9 a las 21 “con coimas y violencia” se instalan los puesteros.

La actividad se concentra sobre José León Suárez, entre Rivadavia y Bosch, aunque se extiende hacia las calles transversales. Ante la posibilidad de liberar las calles, la expectativa comienza a ganar a manteros y comerciantes que, con distintos justificativos, defienden sus puestos de trabajo y el ingreso para sus familias. Como pasó en Florida, Retiro, Caballito, Avellaneda y Once –que tenían venta ambulante-, en Liniers conviven las necesidades de unos y otros, más allá de la existencia de una organización que habilita la actividad de los puesteros desde la ilegalidad.
“Nuestra ventas levantan cuando llueve porque esos días no hay ningún puesto afuera. De lo contrario, vos ves, al local no entra nadie. La gente dejó de venir porque es muy molesto no poder caminar por las veredas. Es una situación muy dramática para nosotros”, dijo a LA NACION Edgardo Stambolian, que junto con su hermano Daniel tienen un comercio de ropa interior desde hace 20 años. La situación los apremia: cuentan que piensan en no renovar el alquiler. Sus tiempos de bonanza quedaron atrás cuando tuvieron hasta tres empleadas.
De acuerdo a la CAME, manteros crearon estructuras para ofrecer variada mercadería que se entremezcla con basurales y comida norteña elaborada sobre carritos precarios montados sobre ruedas. La institución alertó sobre la falta de control bromatológico y como recuerdo del mercado ilegal descontrolado se puede obtener hasta una foto con una llama de la Puna.
El mercado a cielo abierto funciona de lunes a lunes, aunque entre viernes y domingo la actividad es más intensa. Los puestos se instalan a la mañana y se levantan pasadas las 19. “¿Miedo? No, que va, no tengo miedo al desalojo, sólo quiero trabajar para poder llevar el sustento a mi casa”, respondió José Zapata a La Nación, vendedor ambulante desde hace 30 años. “¿De qué voy a trabajar? Si me echan que me den algún lugar para trabajar acá cerca, no a dos o tres kilómetros. Que ofrezcan algo como en Once”, abre la negociación teniendo en cuenta que a sus colegas de Once el gobierno porteño les ofreció 12 mil pesos para mudarse a un mercado techado.
Según la CAME, Liniers tenía el 25% de participación en la distribución de puestos de venta ilegal en los distintos barrios. Había pasad de los 679 puestos de 2011 a los 900 del 2016. En Liniers se estima que los manteros llegaron en la década de 1980, para no irse sino expandirse cada vez más.