Hace ya un tiempo que se afincó la tendencia de gestar bares de bajo perfil, invisibles para la mayoría de los mortales. Estos son los llamados “speakeasy”, que hacen honor a la época en que en los Estados Unidos regía la Ley Seca y el consumo del alcohol era poco menos que imposible. Efectivamente, estos establecimientos estaban camuflados bajo la fachada de otro negocio y funcionaban casi como clubes privados, lejos de los ojos de la autoridad. Allí los clientes acudían a despuntar el vicio, a pesar del riesgo que existía de que la policía hiciera una redada y allanase el lugar en cuestión.

 

En Buenos Aires, a pesar de que el consumo del alcohol no está prohibido, hay algunos bares que conservan esa estética y proponen al cliente una experiencia “cuasi transgresora”, siempre con fines lúdicos. Algunos de estos establecimientos (entre los que incluimos los bares a puertas cerradas, primos hermanos del “speakeasy”) son:

 

Frank’s: para ingresar en este bar Palermo es necesario marcar un número en una cabina telefónica (a tal efecto es necesario conocer previamente la clave), que se halla en la puerta, caminar por un pasillo, franquear un sex shop y cruzar el umbral del local, ambientado como un club del Chicago de la década de 1920. La barra se encuentra al mando de Sebastián García. Algunas de sus preparaciones favoritas son el “Cuban Manhattan”, a base de ron cubano 7 años, vermut rosso y golpes de bitter, el “Hanky Panky” hecho con gin, vermut rosso, amaro fernet y un twist de naranja, y finalmente el “Martínez”, elaborado con gin, vermut rosso, golpes de bitter, Marraschino y un twist de naranja.

 

Florería Atlántico: en la calle Arroyo, “el codo aristocrático de Buenos Aires” según Eduardo Mallea, se encuentra un local que vende flores, vinos y discos de vinilo. A un costado uno se topa con la puerta de una cámara frigorífica que lleva a un interesantísimo bar estrecho y largo, cuyo propietario, Tato Giovanonni, ofrece especialidades como el “Viñedo Italiano Strip” (Bonarda de la bodega Durigutti, Aperol, jugo de naranja y Prosecco) y “Ginebra con tónica y algo más” (gin, tónica, tomillo y algo más –un ingrediente secreto que Tato prefiere no revelar-). Además se pueden comer carnes y pescados asados en una vieja prusiana de hierro alimentada con leña.

 

Eter Club: no todo lo que brilla está en Palermo o el Centro. En Villa del Parque se encuentra este bar a puertas cerradas que pasa completamente desapercibido para el que no tiene el dato. Se trata de una discreta puerta que da a una escalera que lleva a un primer piso. Allí uno se encuentra con una nutrida barra y un salón donde pasan música en vivo (Soul, Funk, Jazz). Además tiene espacio para fumadores. Los fuertes de la casa son las cervezas artesanales, los seis tipos distintos de Bourbon, diez marcas de ron y los whiskeys, entre los que se destaca el intenso Peat Monster (¡pura turba!). Debido a la formación de los bartenders, es un buen lugar para pedir tragos clásicos, como un Old Fashion o un Alexander.

 

La Puerta Roja: hoy no tiene el halo de misterio de antaño, pero La Puerta Roja, ubicado en un primer piso de San Telmo, sigue ofreciendo nueve cervezas tiradas, buena variedad de whiskeys y el trago de la casa, el “Chili Bomb” elaborado con vodka saborizado picante y media pinta de speed. Para comer ofrecen curries y un pantagruélico sándwich de cerdo con mostaza. En uno de sus tres salones sigue vigente la mesa de pool.

 

Niki Harrison: este “speakeasy” de reciente inauguración está oculto al fondo de un restaurante de sushi. De tan secreto que es los dueños no quieren que bajo ningún concepto se conozca su ubicación ya que esperan manejarse exclusivamente con el boca a boca. Habrá que hacer alguna pesquisa e ir a visitarlo….

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