Arquitectos y alumnos de una cátedra de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires (UBA) realizaron una intervención y una clase pública en defensa de la tradicional Confitería del Molino, ícono de la vida política del siglo pasado y de enorme valor patrimonial, que permanece abandonado desde hace 16 años por pleitos judiciales. Fue en la esquina de las avenidas Rivadavia y Callao, frente al Congreso. Se trató de un acto simbólico para mantener vigente la idea de salvar este emblemático edificio porteño que sigue cerrado y en deterioro.
Alumnos, profesores, arquitectos y vecinos montaron una instalación artística y dieron una clase sobre patrimonio arquitectónico, su cuidado y su defensa.
Quienes se acercaron colgaron tazas de café en los alambres que cubren la fachada “como se hace con el puente de los candados en París”, según explicó el arquitecto Martín Marcos, profesor de la FADU e impulsor de la movida.
No es la primera iniciativa de este tipo que se lleva a cabo en la puerta del edificio pensado y creado por el arquitecto Francisco Gianotti, una pieza de oro con una cúpula única y aguja de 65 metros de altura. Antes hubo otras movilizaciones similares, que incluyeron rondas de café y tés en la puerta. Pero desde entonces hasta ahora, nada prosperó. En el Congreso hay distintos proyectos de expropiación, lo mismo que desde la Ciudad de Buenos Aires. En el medio, aparece una disputa judicial, patrimonial, fiscal y jurídica, lo que hace difícil que el edificio se recupere. Incluso hay especialistas que opinan que el deterioro del lugar es tal que es mejor demolerlo y hacer un edificio nuevo.
Varias veces hubo desprendimientos de mampostería. El Molino fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1997 después de cerrar y hoy tiene una protección estructural. Su dueño murió hace dos meses y, mientras se tramita la sucesión, la Ciudad intentaría una nueva negociación con los herederos. Desde el Congreso, piensan en sumarlo como anexo legislativo. Por allí pasaron figuras como Carlos Gardel, Leopoldo Lugones y Niní Marshall. El edificio fue cerrado hace 16 años.
Se propusieron varios proyectos: se pensó en convertirlo en un hotel, en negociar con los propietarios y hasta en expropiarlo. Pero ningún plan se concretó.