En Argentina subió, pero un estudio demuestra que en algunos casos está relacionado con el estrés.

Un estudio del la Organización Mundial de la Salud llegó a la conclusión que los argentinos son los más gordos de Sudamérica. Las causas de la obesidad son la falta de actividad física, las malas conductas alimenticias y los factores emocionales como el aburrimiento, la ira o el estrés, que va en aumento en nuestra sociedad y es un factor que se estudia en profundidad en los Estados Unidos.

El infomre de la OMS, en base a cifras relevadas en 193 países durante todo el 2014 dice que si bien América del Norte y Europa son las regiones con mayores problemas de obesidad del planeta, la epidemia de la gordura creció en el Cono Sur a niveles alarmantes. En este último estudio, se determinó que más del 60% de la población tiene sobrepeso en los tres países más australes de la región Argentina, Chile y Uruguay.

El Departamento de agricultura de los Estados Unidos (USDA) ha realizado un estudio que vincula al estrés con el consumo de dulces como golosinas y postres con alto contenido calórico. Estos son una fuente de consuelo frente a las dificultades de la vida cotidiana, pero pueden acabar en  el sobrepeso o la obesidad.

El problema es que la combinación de gordura y estrés aumenta dramáticamente el riesgo de ataque al corazón, el ACV (accidente cerebrovascular) o enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2.

El investigador en  nutrición Kevin D. Laugero y sus colegas de la USDA, lo analizan desde el punto de vista de la neurofisiología de la tensión de comer:  las vías internas del cerebro que relacionan el estrés de comer poco saludables o, técnicamente hablando, la neurofisiología.

En uno de los estudios más recientes de Laugero, aparecido en la edición de noviembre / diciembre de 2014 la revista ‘Agricultural Research’, a 30 mujeres voluntarios sanos de 20 años a 53 se les pidió que evaluaran la cantidad de estrés crónico (los problemas con el trabajo, las relaciones sentimentales o las finanzas) que estaban causando en sus vidas.

A continuación, se tomaron imágenes del cerebro conocidas como las imágenes de resonancia magnética funcional mientras cada voluntario miró distintas fotos: de alimentos ricos en calorías, alimentos saludables u otros objetos cotidianos (como monedas, dinero).

Laugero y su equipo encontraron que algunos patrones de actividad cerebral en los voluntarios de alto estrés crónico diferían notablemente de las de los participantes bajo estrés. Por ejemplo, la actividad en la corteza prefrontal, una región del cerebro que regula el autocontrol y la toma de decisiones estratégicas, estaba “apagado” cuando los voluntarios de alto estrés vieron alimentos ricos en calorías. Esto fue en contraste con la respuesta revelada en los escáneres cerebrales de los voluntarios de baja tensión que se les mostró las mismas fotos.

Desde hace más de una década, los investigadores han utilizado la tecnología neuronal por imágenes para ver la obesidad para detectar y mapear la forma en que el cerebro responde a la alimentación. Pero la investigación de Laugero, revisada por expertos en fisiología y comportamiento, puede ayudar a allanar el camino para las estrategias basadas en la ciencia, para ayudar a aquellos que se desatan a comer por el estrés, a  romper el hábito.