El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, dependiente del ministerio de Cultura porteño, presenta Un extraño efecto en el cielo, la primera gran retrospectiva de Sebastián Gordín, el próximo miércoles 5 de febrero, a las 18 hrs, en Av. San Juan 350.
La exposición abarca las salas de Planta Baja y del Subsuelo del Museo y se organiza, a grandes rasgos, cronológicamente. Presenta tanto las pinturas tempranas del artista como sus primeros objetos e intenta representar fielmente los diversos momentos trascendentes de su trayectoria, reuniendo obras muy dispersas mayoritariamente en la Argentina, hoy ubicadas en colecciones públicas y privadas de Buenos Aires y el interior del país, como Malba / Fundación Costantini, el Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino + MACRO, de Rosario, y el Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca.
Asimismo, integran la exposición un conjunto de revistas de colecciones del Brasil y de colecciones argentinas.
Sebastián Gordín (n. 1969, Buenos Aires) creció entre el Italpark y los cines míticos de la ciudad Buenos Aires, entre la Escuela Nacional de Bellas Artes y las canchas de fútbol. Gordín logra plasmar en sus maquetas, escenas y micromundos escultóricos su fascinante imaginario. El artista, con los años, ha perfeccionado su técnica para revelarse como ingenioso artesano creador de situaciones impensadas a la manera de un mago o del ilusionista.
Sagas medievales, crónicas policiales, cuentos asombrosos se combinan en sus pequeñas escenas teñidas por el misterio y la fantasía.
Estas escenas fantásticas, terroríficas, absurdas, que conviven en muchos casos con ciertas dosis de humor, se nutren de los estilos cultivados por el cine de ciencia ficción, las antiguas revistas populares de crimen y misterio, los films de Jacques Tati y de Pierre Etaix y las historietas y películas de Winsor McCay, pero también de elementos tan disímiles como los juegos de mesa, los kits de modelos a escala, la devoción por los fascículos sobre Historia de los Museos y las ilustraciones de añejos libros de fábulas. En sus obras, escala y detalle se potencian, se transforman en las claves para reconstruir una narración secreta de la cual los espectadores sólo conocen algunos pormenores materiales. El resto debe revelarse, como si el espectador fuese un detective que persigue las huellas de un secreto.
Sus construcciones a pequeña escala proponen no sólo una escena muy particular – a veces verosímil, la más de las veces no – sino un punto de vista, un lente desde el cual enmarcar la realidad o la fantasía. Hasta podríamos decir que Gordín construye sus microescenas para ser vistas por un solo espectador, a quien ubica, con un sutil movimiento óptico, en el lugar de su propia mirada. Y, al mirar, el espectador compartirá los sueños del artista, sus fascinaciones y sus temores, y los desplegará más allá, filtrados por los propios recuerdos de infancia y por su propio imaginario.
Esta retrospectiva se autodefine como una muestra de guiños, de picardías, de temores infantiles, de fantasías y de amables pesadillas. Es una exposición de un arte generoso pensado para un otro y no para sí mismo. Es una exposición que podría pensarse como una enorme lupa que invita a acercarse y a mirar, muy, muy de cerca. O un lente para captar a lo lejos ese extraño efecto en el cielo que vuelve al cielo más evidente, pero también más inabarcable, abierto a infinitas posibilidades.