El escritor, empresario y filántropo argentino, Alejandro G. Roemmers recibió un premio no otorgado desde hace 800 años por sus acciones y sus cualidades universales. Se trata del Premio San Francesco, un equivalente al nobel de la Paz entregado por la Pontificia Universitá Antónianum de Roma.
El pasado 28 de abril la institución católica lo reconoció por su notable vocación franciscana, su labor humanística alrededor del mundo y por ser un gran promotor de valores espirituales. “Gracias por la audacia, valentía y apertura de conciencia que han tenido para distinguir a una persona con un recorrido y un estilo de vida tan diferente, pero que sin embargo he proclamado durante todos estos años: el permanente mensaje de amor en consonancia con el mensaje de Jesús de Nazaret y nuestros queridos Franciscos,
de Asís y nuestro Papa. Quiero agradecer a mi madre, que fue quien me impulsó en este camino espiritual, a mi abuela materna que con su ejemplo hizo de mí una mejor
persona, a toda mi familia y a mis amigos”, expresó Roemmers al recibir el galardón.
El evento inició con las palabras del rector de la academia, Fray Agustín Hernández Vidales, quien destacó a Roemmers por su libro “El Regreso del Joven Príncipe”, obra incluida en la enseñanza en escuelas, por promover distintos valores para los jóvenes. El rector también resaltó que Roemmers es una persona cercana al prójimo, con un notable carisma franciscano. Luego, Fray Jorge Alberto Bender, presente en el encuentro, destacó distintos momentos compartidos con Roemmers, el vínculo del autor con Francisco de Asís en sus proyectos y su corazón compasivo.
Este premio, particularmente, fue un hito importante ya que es la primera vez en 800 años que una persona recibe el galardón por su modus operandi. Roemmers fue destacado además por los distintos proyectos humanitarios y filantrópicos que acompaña alrededor del mundo. Anteriormente, el premio había sido entregado a 19 obras literarias. Durante la jornada, el músico Martín Savi interpretó “Si volviera a vivir”, un tema autoría de Alejandro G. Roemmers, musicalizado por Nazareno Andorno. Luego, David
Riccardo cantó una canción en alusión al encuentro.