El Museo Nacional de Bellas Artes inaugura el martes 29 de noviembre, a las 19, la muestra “Raquel Forner. Revelaciones espaciales. 1957-1987”, producida junto con la Fundación Forner-Bigatti y curada por Marcelo E. Pacheco, que reúne en el Pabellón de exposiciones temporarias unas 70 obras correspondientes al “ciclo espacial” de la artista argentina, exhibido por primera vez en forma integral.
El cuerpo de obra seleccionado se compone de pinturas de gran formato, litografías, dibujos y bocetos que Forner (1902-1988) desarrolló en las últimas décadas de su destacada trayectoria, a partir de su deslumbramiento y su curiosidad por el tema de la conquista del espacio, que siguió al denominado “ciclo terrestre”, donde refería los dramas de la guerra. Con entrada gratuita, las series de pinturas, dibujos y grabados que la artista argentina dedicó al tema de la conquista del cosmos.
“Cuando Raquel Forner se embarcó en esta segunda y prolongada etapa dentro de su producción, ya era una figura consagrada en la escena argentina, una de las principales artistas de la modernidad y una mujer que había superado los múltiples escollos que implica desarrollar una carrera en un medio patriarcal”, sostiene el director del Bellas Artes, Andrés Duprat, sobre este período en la trayectoria de la artista. “Impactada por la exploración del cosmos, apeló en estas obras a los lenguajes heredados de su pasaje por la experiencia surrealista como parte del Grupo de París, que puso en diálogo con los postulados del expresionismo y el fauvismo e, incluso, con experiencias contemporáneas como el Informalismo y la Neofiguración”, amplía.
Las obras que componen la muestra provienen, en su mayoría, de la Fundación Forner-Bigatti, así como del acervo del Museo y de colecciones privadas. En la exhibición, habrá pinturas de las series Las Lunas, Los que vieron la Luna, Los astronautas, Los laberintos, El Apocalipsis, Piscis, Los terráqueos, Mutaciones espaciales, Del espacio, Los mutantes y Encuentro con astroseres en Ischigualasto, iniciada por Forner tras un viaje al Valle de la Luna en la provincia de San Juan, la última serie en la que trabajaría hasta su muerte, en 1988. “En estas series ‒analiza Duprat‒, Forner tematiza la indagación sobre el espacio exterior y le agrega trazas singulares que anclan en visiones explícitamente ligadas a la circunstancia argentina, en una suerte de neocriollo fusionado con elementos del onirismo mitológico de raíz indígena”.
“Desde los años 20 ‒señala, por su parte, Pacheco‒, el hombre y, en especial, la mujer, habían sido para Forner protagonistas constantes de las telas de su ‘ciclo terrestre’, también llamado, en los papeles de la artista, serie El drama”, en referencia a la obra con la que obtuvo en 1942 el Primer Premio de Pintura en el Salón Nacional de Bellas Artes y que hoy forma parte de la colección del Museo. Poco tiempo después, en 1957, luego de que la Unión Soviética lanzara el Sputnik, el primer satélite artificial de la historia, “el deslumbramiento y la curiosidad se apoderaron de la artista, que ese mismo año cerró el ‘ciclo terrestre’ para empezar con sus series del ‘ciclo espacial”, historiza el curador.
Estas obras muestran ‒en palabras de Pacheco‒ “la sensibilidad de Forner frente al salto de la humanidad hacia el misterio, lo desconocido, como una vivencia simbólica del hombre, la consideración de las preguntas primeras sobre la vida, sobre la creación”. Desde entonces ‒agrega‒ los protagonistas de su obra “se convirtieron en terráqueos saliendo a la conquista de la Luna: la humanidad se transformaba en astroseres y mutantes, el hombre del espacio”.
“Las iconografías fantásticas de Forner en este ciclo espacial cruzan asociaciones libres con figuraciones de libres asociaciones”, analiza Pacheco. “Hay simbología en su paleta con el dominio del amarillo solar y los azulados del cosmos, los grises de las luchas en la Tierra, los rojos de los ríos de sangre, los naranjas de los paracaídas y los paneles del Sol, mutantes y astroseres con grupos de empastes untuosos y con marcada tridimensionalidad, los restos de paneles saliendo desde el plano soporte. Forner conserva las lecciones de la gran pintura, pero en direcciones estilísticas que estallan en el interior de su mundo entre figurativo y onírico”, agrega.
En síntesis, para Pacheco, Forner crea en estos trabajos “un mundo nuevo para una nueva dimensión, para un futuro acontecer que celebre la vida y termine con la violencia. Los mutantes y los astroseres tratan de crear un universo que permite la hermandad entre el nuevo hombre”.
En ocasión de esta muestra, el Bellas Artes editará un catálogo con textos de Duprat, Pacheco, el artista plástico Alfredo Prior y la investigadora del Museo Paola Melgarejo, que incluye el cuerpo de obra exhibido, una extensa cronología, y material fotográfico y documental de relevancia.
“Raquel Forner. Revelaciones espaciales. 1957-1987” podrá visitarse hasta el 26 de febrero de 2023 en el Pabellón de exposiciones temporarias del Museo, de martes a viernes, de 11 a 20, y los sábados y domingos, de 10 a 20, con entrada libre y gratuita.
El Museo Nacional de Bellas Artes, que depende del Ministerio de Cultura de la Nación y cuenta con el apoyo de Amigos del Bellas Artes, está ubicado en Av. del Libertador 1473 (Ciudad de Buenos Aires).
Sobre Raquel Forner (Buenos Aires, 1902-1988)
En 1921, ingresó a la Escuela Superior de Bellas Artes, donde se graduó como profesora de Dibujo. Tres años después, se presentó por primera vez al Salón Nacional de Bellas Artes. En 1930, se radicó un tiempo en París, donde asistió a la Académie Scandinave.
En Buenos Aires, en 1936 se casó con el escultor Alfredo Bigatti. Al año siguiente, en la casa-taller que diseñó con su marido en San Telmo, inició su serie España, ligada a la Guerra Civil Española. El 1 de septiembre de 1939, comenzó la serie El drama, basada en la Segunda Guerra Mundial. En 1942, realizó “El drama”, obra con la que obtuvo el Primer Premio de Pintura en el XXXII Salón Nacional de Bellas Artes y que se incorporó entonces al Museo Nacional de Bellas Artes. Ese año, su obra “Desolación” ingresó al Museum of Modern Art de Nueva York (MoMA) (institución que, en 1957, también adquirió “Luna”). Por entonces, recibió dos importantes distinciones: el Premio Palanza, otorgado por la Academia Nacional de Bellas Artes en 1947, y el Gran Premio de Honor en Pintura del XLV Salón Nacional de Bellas Artes, en 1956.
En 1957, inició la temática espacial, en la que trabajaría hasta su muerte, con obras que agrupó en diferentes series. Se inspiró en el lanzamiento al espacio del primer satélite artificial que orbitó alrededor de la Tierra ese año. La primera de estas series fue Las Lunas.
Su obra se presentó en 1958 en la “XXIX Esposizione Internazionale d’Arte” (Biennale Internazionale), en Venecia, y dos años más tarde, realizó una gran muestra individual en el Museu de Arte Moderna do Rio de Janeiro. Participó de la 6ª Bienal de São Paulo, de 1961, donde exhibió trabajos de la serie Las Lunas, y un año después realizó una gran exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes. En 1963, integró la muestra “L’art argentin actuel” en el Musée d’Art Moderne de París. Ese año, trabajó en las series Los que vieron la luna y Astrofauna. En 1965, realizó el políptico “El viaje sin retorno”, en homenaje a su marido, fallecido el año anterior.
De viaje por París, en 1966 ocupó un atelier en la Cité Internationale des Arts y en 1967, su obra “El viaje sin retorno” se presentó en el XXIII Salón de Mai del Musée d’Art Moderne de esa ciudad. Un año más tarde, inició su serie Los terráqueos. En 1972, comenzó la serie Los grandes mutantes. Al año siguiente, el Fondo Nacional de las Artes adquirió el díptico “A la conquista de la luna”, de la serie Las Lunas, para el Museo Nacional de Bellas Artes. Por entonces, trabajaba en su serie Del espacio.
En los años 70, expuso en Ottawa, Washington, Londres, Miami y Madrid; también en el Space Center Houston, de Texas ‒el centro oficial de visitantes de la NASA‒, en la sede parisina de la UNESCO, en museos y galerías de Alemania, y en diversas instituciones de Quebec, Canadá. En tanto, obras de su autoría se incorporaron a distintos museos de Estados Unidos. En 1979, representó a la Argentina en la 15.ª Bienal Internacional de São Paulo y pintó “Futuro acontecer”, pieza que luego ingresaría al Museo Nacional de Bellas Artes y que inició su serie Apocalipsis en Planeta Tierra.
En 1982, creó la Fundación Forner-Bigatti en la casa que diseñó y habitó con su marido. Un año después, realizó “Raquel Forner. Retrospectiva” en el Museo Nacional de Bellas Artes. Merecedora de múltiples galardones a lo largo de su trayectoria, sobre el final de su vida, recibió el premio Konex de Platino en 1982 y cinco años después, el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes. Falleció en Buenos Aires el 10 de junio de 1988.