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A causa del calor de las gomas prendidas fuego en los piquetes o por el trajín diario, las calles y avenidas de la Ciudad se deforman y se rompen, transformàndose en un peligro para los conductores. La gente reclama que los arreglos están hechos “así nomás” y no duran nada.

Es una avenida clave en la conexión Sur-Norte de la Ciudad y por eso tiene un alto caudal de tránsito durante todo el día. El eje Entre Ríos-Callao conecta las principales avenidas, el Congreso de la Nación, y mantiene una circulación fluida hacia el Bajo. El problema para los que la usan a diario es la cantidad de baches, parches mal terminados e irregularidades en el asfalto que hacen que el recorrido se parezca a un circuito de aventura.

Partiendo desde los cruces de Entre Ríos con Brasil, Juan de Garay, Pavón y Constitución queda todavía la marca de neumáticos quemados en protestas vecinales, cuando reclamaron en el verano por los cortes de luz. La de Constitución es la esquina más afectada aunque, por el momento, la marcha de los vehículos se mantiene estable. Justo antes de la esquina de Humberto 1°, del lado de los carriles exclusivos, el asfalto está totalmente deformado. “Dos o tres días después de que asfaltaron se hizo eso y no lo arreglaron nunca más. No sé si será por la estación de servicio que está al lado o qué. Pero si venís a cierta velocidad y te olvidás de lo que hay acá abajo, en esta esquina te sacudís lindo”, dice un taxista que paró a comprar un café y pide que por favor “no lo escrachen”

Antes de llegar a Chile, en el medio de la avenida, aparece un pozo. En Venezuela hay otro (y en este cruce el asfalto también está deformado, aunque no tanto como en Humberto 1°). En la esquina de Belgrano sobresale un parche de un bache que llegó a ser “clásico” para los que suelen circular por esa zona. Y entre Alsina e Yrigoyen hay otros dos baches en el carril izquierdo.

El bailoteo se siente en cada una de las bocacalles. “Es que los arreglos son muy berretas, duran nada”, se suma otro taxista de la parada. Frente al Congreso el problema son las rejillas y bocas de tormenta que se van hundiendo en el pavimento, especialmente después de cruzar la avenida Rivadavia. “Es cierto, el otro día casi dejo un eje, decí que hice a tiempo de dar el volantazo”, apunta el hombre.

Ya sobre Callao, entre Perón y Sarmiento hay otra rejilla que quedó muy hundida. El pavimento que la bordea acusa unos cuantos llantazos: está todo resquebrajado. Esta avenida es vital en la hora pico de la noche porque conduce buena parte del tránsito hacia el Norte. En el cruce con Corrientes, pleno centro, con mucha circulación y poca luz aparece otro pozo de los grandes y muchos parches. Hacia Tucumán, el jueves a última hora había un camión que volcaba pavimento para tapar un rectángulo que había quedado abierto en el carril derecho. Y antes de llegar a Córdoba otros dos baches enormes, quizás junto al de Corrientes la mayor amenaza para las cubiertas de los automovilistas desprevenidos.

Al cruzar Córdoba se empieza a notar el cambio. “Es que de ahí hacia el Bajo reasfaltaron todo el año pasado, si hasta se nota la diferencia de color. Fue raro, porque levantaron la parte que no era la que estaba más dañada. Pensé que iban a seguir por toda la avenida, pero no, sólo repavimentaron el tramo de viviendas más caras. Y eso que hay mucho tránsito durante todo el día”, concluye el taxista.