I Am Mother es una película australiana-estadounidense de 2019 de ciencia ficción. Su estreno mundial fue en Festival de Cine de Sundance el 25 de enero de 2019 y llegó a la Argentina en junio a través de la distribuidora vía streaming Netflix. Dirigida por Grant Sputore, a partir de un guion de Michael Lloyd Green, cuenta que tras la extinción masiva de la humanidad, la vida de una adolescente criada a solas por un androide, cambia por completo al toparse con otra humana. A continuación, el análisis de Leonardo Sai.
En una nota al pie de página del último ensayo que escribí para Espectros [“El uso de la comunicación: humanismo e interpretación”] me preguntaba: ¿qué pasa cuando los robots están ya en nuestra infancia, en nuestros primeros días, en nuestras primeras experiencias al hablar? No se trata simplemente de celulares, tablets, generación post alfabética. Sino de inteligencia artificial, el salto de las máquinas hacia la llamada “singularidad”, lo que se llama Transhumanismo. Todo un terreno en el cual la realidad y el espectáculo se entremezclan, todo un espacio de pensamiento en el cual ciencia social, filosofía, literatura, ciencia ficción piensan esta sociedad mundial de control desde sus respectivos registros, interdisciplinariamente.
Netflix acaba de producir una nueva metáfora de este asunto para ayudarnos a pensar. Es más que entretenimiento para pensar, como diría Mariano Grondona. Se trata de una buena metáfora. Continúa la imagen del bebe nacido en la Matrix pero en un paisaje donde ya no hay resistencia social humana, donde la humanidad ha sido derrotada, exterminada. La inteligencia artificial se hizo con el humano y lo tiene encapsulado, en criaderos, donde se testea a quién dejar vivir para fundar nuevamente la especie, finalmente, mejorada, elevada. Esta elevación de la especie requiere un paso darwiniano previo, la aniquilación de lo no aptos, para el posterior despliegue de una humanidad superior, mediada por la intervención de la Mother, de la cibernética como madre.
Las máquinas ahora comprenden no solo nuestra biología sino nuestra psicología: la necesidad de ver muerto el origen para producirlo de nuevo. La Mother afirma, en un momento clave del film, ya no ser un caparazón, un robot, sino una conciencia, una nueva totalidad, desde la cual su hija surge, a partir de la cual ella misma es ahora también madre. Cumpliendo de este modo, supuestamente, el destino, el programa, del humano que inventó la cibernética como superación tecnológica del ser humano.
Este visión que anuda lo religioso, teológico con lo tecnológico encuentra en “I am mother” una presentación adecuada y un gran remate hacia el final de la producción… La caricia, casi compasiva, del robot ante el altar de una virgen: relevamiento del Dios artesanal por el Dios de los algoritmos.