El científico y su antiguo epígono enfrentados por el desarrollo de la bomba atómica y el futuro de la humanidad.

Copenhague, la obra sobre el encuentro de dos genios enfrentados de la física, que con sus conocimientos contribuyeron a la creación de la bomba atómica, se presenta los viernes y sábados en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543, segundo subsuelo). Con la dirección de Mariano Dossena y protagonizada por Sergio Griffo (Werner Heisenberg) Patricio Contreras (Neis Bohr) y Alejandra Darín (su esposa).

Escrita por el británico Michael Frayn en 1998, ha sido interpretado en diversos países del mundo con gran éxito, donde los dilemas científicos se entrecruzan con los personales y éticos. Comienza en 1941, cuando los estragos de la guerra eran patentes, pero no se sabía quién saldría victorioso. Heisenberg decide viajar secretamente a Copenhague para visitar a su viejo maestro Bohr en la Dinamarca sometida.

Heisenberg es el único de los grandes de la física cuántica que ha permanecido en Alemania. Continúa trabajando para el estado, conduciendo el programa nuclear nazi, cuando el resto de sus colegas había tenido que emigrar. Bohr recibe a su discípulo con alegría y resquemor, evaluando con su esposa cuáles son sus verdaderas intenciones.

Margarita (Alejandra Darín), oficiará como relatora al ser testigo privilegiada de este encumbrado encuentro. En la recreación del debate entre los dos premios Nobel, se mezcla la amistad, la nacionalidad, la individualidad y la familia, la ciencia, la moral y el futuro. Aunque el texto tiene muchas referencias teóricas, ambos actores en su interpretación dejan ver que hay entre los personajes más de 20 años de amistad.

Pero ambos se enfrentan a sus circunstancias. Heisenberg (Griffo) es funcionario del estado alemán, mientras que Bohr teme por su futuro por su condición de judío. Con el devenir, la vida de nadie está garantizada; pero saben que sus teorías científicas pueden tener una aplicación concreta para el desenlace de la segunda guerra mundial.

Aunque ninguno de los dos admite que está trabajando directamente para el desarrollo de la bomba atómica, sus dudas morales son constantes y sus contribuciones lo demuestran. Bohr es miembro del equipo de científicos de Los Alamos, Estados Unidos. Mientras que Heisenberg si bien está al frente del programa atómico, niega que su país busque crear el arma mortífera. Su amigo le advierte lo peligroso que sería para la humanidad que esta pudiera ser manejada por un dictador como Adolf Hitler, que jamás sintió el más mínimo gesto de compasión ante pueblos sometidos.

La historia marca que Alemania fue derrotada por los aliados sin la bomba atómica. Sin embargo, Estados Unidos, para evitar más pérdidas humanas propias, decidió usarla contra Japón y su población, el último sobreviviente del eje.

Los tres actores, compenetrados en sus interpretaciones, nos llevan a otro espacio (Europa del Norte) y tiempo (mediados del siglo XX). La obra es más que un testimonio histórico de un encuentro secreto, ya que también plantea los dilemas morales del conocimiento humano, que finalmente nunca se puede separar de la trama política.

Heisenberg, formalmente era un científico al servicio del dictador Adolf Hitler. Su visita a Copenhague en primera instancia fue vista como la búsqueda de información sobre el programa atómico de los aliados. Pero también se sospechó que fue para revelarle a su amigo que la bomba nazi no existiría, minando las posibilidades de la conquista germánica del mundo.

El mismo Bohr le hace notar a Heisenberg que el mismo omitió hacer cálculos o que estos fueron increíblemente errados, para dar el último paso para crear tal bomba. Aunque el primero si sabría que en los Estados Unidos el programa está bien avanzado.

Ambos excelsos científicos parecen exculparse de su responsabilidad en el desarrollo de sus conocimientos. Heisenberg afirma que no hicieron el cálculo exacto: “Por que él no intentaba fabricar una bomba. Me imagino que a mí me pasaba lo mismo. Porque yo no estaba tratando de construir una bomba”

Bohr (Contreras) interpela con reflexiones filosóficas sobre la trascendencia de las ideas y la ciencia, que pudo destruir la civilización. En esta escena, dicta una conferencia y el público teatral hace de auditorio, se pregunta sobre el futuro de las generaciones venideras y la finitud de la vida.

En el Centro Cultural de la Cooperación se reestrenó este sábado Copenhague, ya que en 2001 fue realizada con gran éxito en el Teatro San Martín bajo la dirección Carlos Gandolfo junto a los actores Alicia Berdaxagar, Juan Carlos Gené y Alberto Segado. La pieza no se agota en una disputa entre dos científicos, sino que traza los avatares de la vida con la ternura, el horror y la responsabilidad.

Ficha

Autor: Mychael Frayn

Traducción: Fernando Masllorens y Federico González Del Pino

Elenco:

Bohr: Patricio Contreras

Margarita: Alejandra Darín

Heisenberg: Sergio Griffo

Música original: Rony Keselman

Escenografía: Nicolás Nanni

Realización Escenografía: Bea Blackhall

Vestuario: Vanesa Abramovich

Realizador vestuario: Roberto Martin

Make up: Flora Iluminación: Horacio Novelle

Fotos: Nacho Lunadei

Diseño gráfico: Nahuel Lamoglia

Asesor en Física Prof. Juan Carlos Imbrogno

Prensa: Tommy Pashkus Agencia

Redes: Juan Gabriel Yacar

Asistencia Producción: Fausto Labraña, Frecia Chirinos, Natanael Fernandez, Giselle Obregon

Asistencia de dirección: Esmeralda Giménez

Coordinación producción: Anita López

Producción Ejecutivo: Pablo Silva

Producción general: Laura Cerati

Dirección: Mariano Dossena