Si existe un barrio en la ciudad de Buenos Aires que ofrece todo tipo de divertimento, historia, tradición y fútbol, es sin lugar a dudas La Boca, porque tanto turistas como lugareños sienten que el hogar de los Xeneizes les da todo para pasar un momento agradable.

 

Con una historia que data de mediados del siglo XVI -se dice que en La Boca el conquistador español Pedro de Mendoza realizó la primera fundación de Buenos Aires en 1526-, este tradicional barrio muestra sus calles coloniales, viejos conventillos, restaurantes para todo tipo de paladar, bailarines de tango y otras atracciones que dejan boquiabierto a más de uno.

 

En la avenida Pedro de Mendoza existen diversos puntos de interés cultural, como por ejemplo el Museo de Cera con esculturas realizadas por Domingo Tellechea, el fundador del establecimiento.

 

Figuras de la talla de Juan Martín de Rosas o el almirante Guillermo Brown son sus personajes más importantes. Otto museo, el de Bellas Artes, fue inaugurado en 1938 por un prestigioso hijo de La Boca: Benito Quinquela Martín.

 

A pocos metros de allí se encuentra la Fundación Proa, que abrió sus puertas en noviembre de 2008 y ofrece a los visitantes un auditorio multimedial, librería especializada, restaurante y terraza para deleitarse con alguna lectura.

 

A orillas del Riachuelo, y en el cruce de Pedro de Mendoza y Del Valle Iberlucea, se erige una plazoleta con forma de barco. Antonio Rocha, dueño de esas tierras, dispuso este punto de encuentro para aquellas familias genovesas que extrañaban su Italia natal y se sentaban un rato allí para recordar sus viejas épocas en Europa. Después de tantos años, ese espacio hoy conocido como Vuelta de Rocha es una parte emblemática del barrio, desde donde aún se puede ver la llegada de los barcos o bien contemplar el viejo puente Nicolás Avellaneda, construido entre 1937 y 1940.

 

En la calle Del Valle Iberlucea se concentra la mayor cantidad de turistas que llegan a La Boca ya que, por un lado, pueden visitar Caminito y, por Otto, apreciar las ferias y negocios que ofrecen artesanías, comidas, ropa y souvenirs, entre otros objetos. Además, bailarines de tango y de folclore y todo tipo de personajes típicos les ponen color y admiración al paseo, mientras los extranjeros no paran de sacarse fotos con ellos.

 

En el rubro gastronómico, las carnes, las pastas y las pizzas son el deleite de todos y los precios varían según los locales, cuya capacidad suele agotarse.

 

En cuanto a Caminito, una calle de cien metros por la que antiguamente pasaba el tren, allí los artistas muestran sus obras, desde pinturas hasta manualidades y estatuas. Un conventillo de 1861 abre sus puertas para que todos puedan ingresar y rememorar cómo fueron aquellos momentos en que argentinos y europeos compartían vivencias bajo el mismo techo.

 

Cabe destacar que La Boca, cuyos límites son las avenidas Regimiento de Patricios, Martín García, Paseo Colón y Brasil, tiene también un condimento especial para los amantes del fútbol: La Bombonera. El estadio Alberto J. Armando, inaugurado en 1940 con un partido amistoso frente a San Lorenzo, alberga cientos de historias felices e ingratas para los hinchas de Boca Juniors.

 

Se suma desde hace pocos años el Museo Xeneize, que es frecuentemente visitado por simpatizantes del equipo de la ribera y por otros de diversas latitudes del mundo. Justo en las inmediaciones deja cancha de Boca, una fotografía de coloridos y viejos conventillos le dan un toque de distinción al barrio, que los domingos se paraliza por los encuentros de los xeneizes y los días de semana espera por la llegada de turistas nacionales y extranjeros para mostrarle sus bellezas y atractivos.

 

Gabriel Arias garias@cronica.com.ar

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