Intereses pecuniarios, amores reales o codiciosos, erotismo y traiciones en un contexto duro y sangriento.

Los domingos a las 19 en el teatro La Ranchería de Monserrat se representa, Carne Picada, con raíces shakesperianas pero en el conurbano bonaerense. Un frigorífico, el amor fraternal y la decadencia suburbana se conjugan, con humor negro, en una historia macabra, realizado por Eduardo Ruderman.

Reseña de Leonardo Sai

Quizás, lo central en Carne picada sea menos la repetición de Hamlet que precisar su diferencia: el teatro del mundo como corrupción, venganza y traición nos trae la ya anacrónica imagen de la mafia, y su infamia lumpen, en ésa representación latinoamericana de los capos, que se identificaron al molde criminal aristocrático-italiano, donde la familia y la lealtad, eran valores rectores; allí, justamente: la voluntad de venganza, la de un padre, que acecha, espectralmente, los días de su hijo, gruñendo, furiosamente, por la justicia de los cerdos.

El argumento: Cacho –uno de los protagonistas– tras la muerte de su padre queda a cargo de un matadero familiar venido a menos. Su tío, un corrupto intendente, que muy bien interpretaremos como un narco de la vieja generación, asoma como un bienhechor ofreciéndole convenientes soluciones para “reconvertirse” en “exitoso emprendedor”: esa picadora de carne donde impera el struggle for life darwiniano-neoliberal, la supervivencia del más apto, del que sabe acomodarse y aprende a prescindir del imperativo categórico. Como dice Jorge Asís en una novela que lleva el mismo nombre que esta obra de teatro: “a los medianos o los grises Buenos Aires no les presta la menor importancia, y a los derrotados, a los tristes, se los devora”. El acento colombiano de las actrices refuerza esta sensación, tan actual dados lo estigmas y la creciente inmigración, al igual que la cumbia del pibe chorro en la cual se indica el quiebre de los viejos códigos de los capos por la voluntad sicaria de enriquecimiento rápido, a corto plazo, sin destino. Es que la actual mafia 2.0 carece de jefes, éstos duran un par de meses y caen, como mosquitos, por conflictos internos, por su propio orgullo, desmedido.

¿Qué tiene que ver Shakespeare con el mundo de las mafias? Pues bien, mucho. Éstas podrán usar las más caras y potentes tecnologías, en el dominio económico y geopolítico, pero sus comunicaciones fundamentales, sus lazos de constitución, persisten hamletianos: hacen retornar, casi sin cesar, el drama de los muertos que no terminan jamás de morir.

¿Acaso la pesadilla de Cacho no sea tanto su edípico chiquero que la innegable prosperidad del negocio? Lo cierto es que los paladares están demandando: como quien tiene: demanda seguridad, protección… guerra contra el narcotráfico.

Para finalizar, importa destacar el excelente trabajo realizado en la iluminación, a cargo de Jorge Merzari, que denota la experiencia en cine de Ruderman, su visión del montaje escénico. La música envuelve los momentos claves del espectáculo, acompaña la transformación de los actores y actrices, ganando la obra en intensidad y emoción.

Ficha

Autoría y dirección: Eduardo Ruderman

Intérpretes: Antonio Regueiro, Orestes Ortegano, Patricia Rey, Samantha Cairo Kanashiro, Alejandra Moreno Cortes, Omar Pinto, Deni De Biaggi, Eduardo Ruderman.

Lugar: Teatro La Ranchería, México 1152, CABA

Duración: 90 minutos

Funciones: Domingo 19hs / Entrada: $250.

Reservas: 1127625275

 

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