San Expedito vivió en Italia a principios del siglo IV bajo el imperio de Diocleciano. Proveniente de una familia patricia, siguió una carrera militar y llegó a ser comandante de las legiones romanas. Por ello, recibía una paga generosa y gozaba de todos los privilegios de las clases superiores.
Sin embargo, en su corazón se encendía la llama de la fe a medida que iba conociendo la prédica y el testimonio de los cristianos. Y así fue como luego de una batalla decidió convertirse en religioso. Pero cuenta la tradición, que ante su inminente decisión, se le apareció un cuervo que trató de persuadirlo al grito de ‘cras’, que significa ‘mañana’ en latín. Al instante, reaccionó, respondiendo: ‘Hoy, no lo dejaré para mañana, hoy seré cristiano’, pisoteó al animal, dejando inquebrantable su opción de fe.
Junto a otros soldados conversos murió mártir en la persecución de Docleciano, el 19 de abril de 303 DC.
Por su historia es que San Expedito es un Santo que atiende los casos urgentes, situaciones que suceden en este mismo momento; los casos que, de producirse una demora, habría un gran perjuicio.
El nombre de san Expedito tiene también connotaciones militares. En la lengua castellana, “expedito” es un adjetivo (que deriva del latín “expeditus”) que hace referencia a estar libre de todo estorbo y pronto para obrar. Pero en la antigua Roma se decía que cuando los soldados marchaban solamente con sus armas y sin su carga, lo hacían “expediti” o “in expeditionem”.
Las imágenes de san Expedito lo presentan con ropa de legionario romano, vestido de túnica corta y de manto tirado hacia atrás de los hombros (a la moda militar romana), y con postura marcial. En una mano sostiene una hoja de palma que simboliza el martirio, en la otra una cruz que ostenta la palabra “hodie” (“hoy”, en latín, en referencia a la leyenda). Además, pisa con el pie izquierdo un cuervo que grita “cras” (“mañana” en latín).
Desde las primeras horas de la madrugada, miles de fieles se congregan en las inmediaciones de la parroquia Nuestra Señora de Balvanera ( Bartolomé Mitre 2431), de la Ciudad de Buenos Aires. Los peregrinos hacen filas de hasta diez cuadras para poder ingresar al templo y tocar la figura del santo para pedir o agradecer.
Por Pablo Lancone/ Periodista
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