Así lo expresó en el marco de la evocación popular y religiosa en la Villa 31, del barrio de Retiro, por los 40 años del crimen.
El cardenal Mario Poli afirmó que “en algún momento” se hará justicia por el asesinato del padre Carlos Mugica, en el marco de la evocación popular y religiosa en la Villa 31, del barrio de Retiro, por los 40 años del crimen del sacerdote que se comprometió con las causa de los sectores marginados por la sociedad.
“No queremos venganza de nadie, sino que arrepientan”, aseveró el purpurado porteño al presidir en la parroquia Cristo Obrero el homenaje al sacerdote villero y bendecir en ese asentamiento las placas conmemorativas donadas por la Cámara de Diputados, el Ministerio de Desarrollo Social porteño, el club Racing Club de Avellaneda y el Equipo de Pastoral de las Villas de Emergencia.
“Si lo homicidas de Mugica dejaran de hacer sombra acá en la tierra y fueran al cielo, él seguramente los abrazaría y los perdonaría”, sostuvo.
“Que el Señor conceda a todos este corazón de paz, de paz para todos. Especialmente para nuestras villas”, agregó.
Poli consideró que el asesinato de Mugica fue “un verdadero martirio por la causa de los pobres” y afirmó que el cura “es un ejemplo de entrega a su pueblo”.
Vecinos de la villas, muchos de nacionalidad boliviana, peruana y paraguaya participaron de los actos, procesión y misa en homenaje al pionero de la pastoral villera, durante la cual hubo una fiesta popular en la que actuó el Chaqueño Palavecino.
Murgas y morenadas y grupos de danzas dieron color a la evocación religiosa y popular con motivo de los 40 años del asesinato del sacerdote tercermundista.
Participaron de los actos el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez; el vicegobernador bonaerense, Gabriel Mariotto; el diputado nacional Felipe Solá; el defensor del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, Alejandro Amor; el presidente del Club River Plate, Rodolfo D’Onofrio; la madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora Nora Cortiñas; el legislador porteño José Cruz Campagnoli y la ministra de Desarrollo Social porteña, Carolina Stanley, entre otros.
El lunes, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo, hizo una fuerte reivindicación del padre Mugica en el marco de la asamblea plenaria de obispos, al destacar que “fue un sacerdote que vivió su fe y su ministerio en comunión con la Iglesia y al servicio de los más necesitados”.
Asimismo, aseguró que el aniversario de su muerte constituye una ocasión para la reconciliación de los argentinos.
La presidenta Cristina Fernández inauguró ayer un monumento al padre Mugica, en el que criticó el documento de la Iglesia en el que se advertía que “la Argentina está enferma de violencia” e internacionalizó, con palabras del Papa, ese texto en el que los obispos aseguraron que la corrupción es “un verdadero cáncer social”.
El monumento de Alejandro Marmo descubierto ayer muestra a Mugica mirando al frente desde una pose de tres cuartos de perfil y fue situado en la 9 de Julio, entre Juncal y Arroyo, al borde de un barrio de clase alta y al comienzo de la autopista que hoy está flanqueada por la Villa 31.
Mugica fue asesinado de cinco balazos, uno de ellos por la espalda cuando ya estaba en el suelo, el 11 de mayo de 1974 cuando salía de la iglesia San Francisco Solano, en el barrio porteño de Mataderos. El hecho se le adjudica a agentes de la Triple A, aunque también se le atribuye a Montoneros haber perpetrado el crimen.
Los restos de Mugica fueron trasladados en 1999 a la iglesia Cristo Obrero, de la Villa 31 de Retiro, en una caravana que encabezó el entonces monseñor Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires.