Algo Pasa Buenos Aires dialogó con Mariela Blanco, autora del libro “Leyendas de Ladrillos y Adoquines”, quien asegura que “los jóvenes están haciendo zoom en los edificios y calles porteñas gracias a una política cultural de puertas abiertas. Festivales al aire libre, La Noche de los Museos, concursos fotográficos, charlas en espacios culturales, son algunas de las movidas que convocan cada vez más a un público milenial que busca mostrar en sus redes rincones desconocidos”.
Según la periodista, “lo cultural ha perdido su tono solemne y hoy se disfruta en zapatillas. Ya no sorprende ver chicos posando desprejuiciadamente frente a una escultura de Rodin o haciéndose una selfie a los pies de una cúpula de la Avenida de Mayo”.
P: ¿A qué se debe este cambio de público?
M.B: Responde a una era muy audiovisual, en la cual los jóvenes tienen un ojo muy entrenado para la caza de curiosidades y para convertir cualquier momento de la vida cotidiana en una suerte de periodismo al paso. Mal que nos pese, Instagram, Youtube y Facebook Live desarrollaron la capacidad de buscar locaciones atractivas para contar una micro historia.
P: ¿Decís que el fin justifica los medios?
MB: Exacto. Todo el entorno urbano en realidad es pasible de convertirse en escenario para un reality de pocos minutos. El arte callejero, los edificios históricos, los pasajes de Palermo, las calles empedradas de San Telmo, y los conventillos de colores de La Boca se vuelven insumo y decorado para satisfacer esa sed de mensajes instantáneos nunca vista Incluso hay un periodismo especializado que no escribe libros, ni hace programas de TV, sino que usa estos nuevos canales, estas nuevas plataformas, para dar cuenta de los monumentos, casonas, palacios y lugares de interés para visitar. También hay artistas abocados a hacer intervenciones en las fachadas de los edificios emblemáticos. Es una movida cultural muy interesante que se viene gestando hace unos pocos años.
P: ¿Qué Museo te ha llamado más la atención?
MB: Sin dudas el Palacio Errázuriz construido por el arquitecto francés René Sergent para el diplomático chileno Matías Errázuriz y su esposa Josefina de Alvear. Es una de las mansiones más elegantes de la ciudad de Buenos Aires que hoy alberga la Academia Argentina de las Letras, la Academia Nacional de Bellas Artes, el Museo Nacional de Arte Decorativo y el Museo Nacional de Arte Oriental.
P: ¿Qué los distingue de otros museos de la Ciudad de Buenos Aires?
MB: El fanatismo de sus dueños por la simetría. El Salón de Estar, por ejemplo, se diagramó en base al tamaño de un tapiz. Es decir, el diseño del salón parte de un capricho de lujo. Algo parecido sucede en el Salón de Baile donde a cada ventana le corresponde un espejo y la disposición de las arañas también es simétrica. Todas estas extravagancias nos hablan de un momento de la historia económica de nuestro país. Los ladrillos murmuran cosas.
P: ¿Por ejemplo?
MB: Cuando comparás la disposición y tamaño de los ambientes reservados para el dueño y la dueña de casa, entendés cuál era el rol de la mujer. La Biblioteca grande y llena de libros solía ser exclusiva para el hombre pues no se esperaba de la mujer que siguiera una carrera. Para la mujer estaba el Salón de Madame para tomar el té. .
P:¿ Y cuál sería la contracara de este Museo?
MB: El Palacio de Aguas Corrientes de la calle Córdoba. Pura cáscara, un palacio imponente construido para alojar 12 tanques de agua. Uno espera ver escaleras de honor, columnas con yeso dorado a la hoja, esculturas, lámparas con cristal de roca, vitrales. Absolutamente nada. Un museo al Agua. Un palacio suntuoso por fuera para decirle no a la fiebre amarilla y mostrar al mundo que en Argentina se habían terminado las epidemias. Se hizo como un rompecabezas. Se trajeron de Europa 300 mil piezas importadas numeradas listas para armar. Lo que se ve en la fachada son piezas de terracota esmaltada vitrificada. Llegaban en barcos ingleses que se volvían con nuestros granos y ganado. Hoy funciona allí el Museo del Inodoro. ¡Mirá si no es todo un contraste!.
P: ¿Cómo nació en vos el gusto por recopilar estas historias?
MB: Todo arrancó por el gusto por la arquitectura y un trabajo en una comisión del Senado de la Nación sobre estos temas durante la celebración del Bicentenario. El hobbie por revolver fotos viejas en el Archivo General de la Nación se hizo pasión y después de gastar mucha suela de zapato y realizar unas 50 entrevistas a personajes ligados a la cultura se convirtió en libro. Una vez que Leyendas salió a la luz y obtuvo su primer reconocimiento en la Legislatura porteña, decidí seguir en este camino que me hace verdaderamente feliz.
P: ¿Se viene Leyendas 2?
MB: Seguramente. En esta etapa me siento una chimentera de los sucesos argentinos y las andanzas y desventuras de la vida aristocrática del 1900. Lo digo sin ponerme colorada y sin pretensión de pertenecer a una literatura de culto. Mi misión hoy es potenciar el interés de los jóvenes por conocer nuestro ADN cultural. Me sentiré realizada al saber que al menos un niño dejó los videojuegos por una hora para contemplar con curiosidad el Cabildo o el Obelisco.