Si bien menos que en los 90, la población confía, en términos generales, en los medios de comunicación. Muchos periodistas, diarios o programas superan y hasta triplican la confianza alcanzada por políticos, empresarios y sindicalistas. En 2013, más del 50% de la población en AMBA afirmó “confiar” o “confiar mucho” en ellos.
Sus valores positivos sólo quedan superados por las ONG. Este dato es clave para comprender por qué muchos quieren impregnarse de una confianza que no poseen integrándose a la categoría.
Es importante descubrir por qué aun durante la más profunda crisis de credibilidad atravesada por estos actores (en parte originada por el desembarco político) siguen sosteniendo la confianza de la gente.
La categoría “medios de comunicación” no resulta una entidad abstracta o distante para los encuestados: hay discurso, contenido, se puede hablar con familiaridad y por lo tanto no se puede atribuir al desconocimiento o a la falta de exposición la puesta a salvo de los actores que la integran.
La relación con los periodistas queda también sometida al desgaste. Pero años de descalificación por parte de fuentes legitimadas no lograron erosionar tanto su imagen. Quizás porque es una categoría que no ha perdido su valor simbólico ni se ha desnaturalizado frente a los ojos y oídos de las audiencias. Pueden no gustar estilos, vislumbrarse intereses y aprovechamiento de oportunidades, pero no queda puesta en duda, cuando muestra una vocación critica al poder político, la veracidad de lo que se expone. La denuncia contra éste resulta sinónimo de credibilidad, permaneciendo otros tipos de denuncia en lugares de ínfima relevancia a la hora de valorar el hecho periodístico.
La política oficial de ocupación de espacios en medios y la “colaboración” con la producción de programas alineados despierta sospechas sobre lo que se dice. A mayor agresividad, menor eficacia, confianza y credibilidad.
La construcción de confianza en los medios crece donde hay postura crítica al poder político. La intervención de la política en los medios genera no sólo desconfianza, sino también pérdida de audiencia. No hay denuncia de manipulación corporativa que desgaste tanto como la sospecha de estar beneficiado por los gobiernos de turno.
Por Cecilia Mosto
(*) Politóloga. Socia-gerente de CIO Creative Investigation.