La parroquia Nuestra Señora de Balvanera, la más antigua del barrio, está siendo restaurada, aunque hoy recibe más visitas desde diversos puntos de la ciudad y el gran Buenos Aires. La cantidad de peregrinos que asisten a rogar por las causas urgentes a San Expedito a diario es incesante, registrándose el récord en más de 50 mil los 19 de abril, cuando se conmemora su festividad, aunque los 19 de cada mes, la gran cantidad de asistentes hace que se corten las calles Azcúenaga y Bartolomé Mitre, por la gran afluencia de público, produciendo el desvío del transito y gran cantidad de líneas de colectivo (5, 7, 90, 95, 98, 151, entre otras).
La periodista María Belén Echenique, para el diario Clarín, entrevistó a la directora de obra, Giselle Canosa que desde 2016 dirige los trabajos para recuperar la fachada que da a la calle Azcuénaga, aunque el problema mayor que sufre la estructura de 1833, es la filtración de agua.
El gran valor arquitectónico e histórico del santuario se debe a que en 1919 se realizaron las decoraciones que lo convirtieron en patrimonio de la Ciudad protegido por ley. Canosa explicó al diario matutino: “El peso artístico es indudable. Los vitrales son de Francia. El altar de Italia. Los querubines y adornos pertenecen a Nicola Gulli, un escultor italiano muy presente en el espacio público porteño. En los laterales, sobre los muros -señala hacia arriba- hay dibujos de Adriano Bordellini, un artista italiano cuyos trabajos en las iglesias San Nicolás, Flores y Nuestra Señora del Carmen le valieron el prestigio de la época. Los religiosos le adjudicaban las obras de la nave central pero nuestra investigación demostró que no”.
El artista que decoró la gran iglesia de la actual comuna 3 fue Augusto Fusilier, que dejó plasmado su arte en otros 20 santuarios, aunque sólo en ocho se preservaron. “Fue su primera obra. Calculo que tendría 30 años. Ahí, está el germen de su estilo y técnica, que se destaca por la potencia del color y el uso de la luz”, dijo a Clarín el nieto del autor, Ignacio.
Por ahora las restauraciones se hacen con fondos privados, aunque en abril se van a presentar en el programa de mecenazgo del Gobierno porteño para lograr financiación para recuperar los cuadros de la nave central de Fusilier, los vitrales y la cúpula.
Así los peregrinos que concurren a venerar al santo, podrán encontrarse con un parroquia reluciente, aunque en la entrada, por la presencia de gran cantidad de vendedores ambulantes, un cartel alegórico advierte que no debe convertirse la zona en un lugar de mercaderes. Cada 19 las multitudes llegan a agradecer o pedir al cada vez más popular Santo.