Néstor Villa se presentó en el teatro La Máscara del barrio de San Telmo con su unipersonal de su autoría, El Viejo Matías, inspirado en la canción compuesta por Víctor Heredia en 1970. El actor con sensibilidad y percepción, se pone en la piel de un ser marginal e ingenuo, que ha sido testigo de las desventuras políticas y sociales de la Argentina entre 1940 y 1978.
Desde la estación de trenes de Paso del Rey construye la historia. Matías espera la llegada de la formación para tocar la guitarra y entre convoy y convoy cuenta sus vivencias y la de muchos vecinos de la localidad de la zona oeste del gran Buenos Aires.
Aunque Matías no deja de soñar con un futuro mejor para el, siempre está atento a la realidad nacional, con una sensibilidad sobre los diversos hechos cotidianos. Recuerda, con la narración de diálogos que mantiene con amigos y vecinos, el primer gobierno peronista y la felicidad de muchos obreros que recorren la estación de la zona oeste.
Pero los golpes de estados se suceden y siempre hay un escollo que le impide entrar como maquinista en el ferrocarril. El primer asesinato contra civiles, es incomprendido por Matías. ¿Como la aviación naval argentina en 1955 pudo bombardear la plaza de Mayo y matar a gente que iba a trabajar, estaba haciendo trámites o simplemente pasaba por ahí?
Pero su vida sigue y logra regentear un puesto de diarios. Allí conoce a algunos de sus entrañables amigos. Pero se vive en una sociedad en constante tensión, donde el autoritarismo siempre está presente y la violencia la sufre en carne propia, ya que varias veces es arrestado por no tener un trabajo y vivienda estable. Internas militares, como el conflicto entre azules y colorados, donde los propios uniformados se matan entre ellos, son demenciales para Matías. Aunque su ingenuidad teórica no es zoncera, ya que entiende como el poder público cambia su propio destino y el de toda una sociedad; que va engendrando tiempos cada vez más oscuros.
Villa, logra conmover al público en su espectáculo de más de una hora. Con gran calidad interpretativa, una escenografía mínima y una simple guitarra, logra trasladar al público a una estación de trenes del gran Buenos Aires, con su barrio y su gente. El actor, propone un viaje en el tiempo, donde la realidad nacional es retratada desde la perspectiva del personaje, pero para nada egocéntrica.