¿Se quejan los porteños? ¿Cuánto se quejan? ¿Por qué se quejan? Sí, lo hacen, y con más frecuencia de lo que se podría suponer. Concisa, afirmativa y contundente fue la respuesta luego de hurgar durante varios meses en los registros del número 147, la línea de Atención Ciudadana a través de la cual los vecinos de Buenos Aires canalizan sus reclamos y consultas a diario.
El análisis de más de 760.000 inquietudes planteadas a través de la línea centralizada de Atención Ciudadana desde principios de 2012 hasta noviembre de 2013 demostró que, además de las temáticas convencionales, por alumbrado, saneamiento urbano, atención social, arbolado, tránsito y transporte, pavimento, aceras, plazas, obras y desarrollo urbano, el servicio reúne un alto volumen de planteos curiosos, que en determinados casos rozan lo insólito e incluso el absurdo.
Tras un pedido de acceso a la información, se pudo conocer en detalle los motivos que impulsan a los residentes a contactarse con el 147. ¿Las conclusiones? Tan dispares y variadas que no dejan de provocar sorpresa, asombro, risas e incredulidad.
Que los albergues transitorios o las salas de juegos y apuestas estén desbordados o que no haya sillas en las salas de espera; que los taxistas se nieguen a conducir a destino, cambien o alarguen el recorrido; que no haya libro de quejas al querer presentar una queja; que no se rieguen jardines, como el Botánico, o que la gente denuncie por “maltrato” a los guardianes de las plazas, por citar algunos ejemplos, no son datos menores para dejar pasar.
Según revela la investigación, el porteño ingresa con frecuencia en ese círculo vicioso de “la queja por deporte”. Cuando eso ocurre, las razones que se dirimen adquieren diversos tonos y matices.
Durante todo 2012 y fines de 2013 uno de los rubros que suscitaron mayor cantidad de intervenciones fue el de “vía pública”, con 14.421 inquietudes que viraron desde deyecciones y animales muertos en la calle y pedidos de corte de raíces que producen roturas hasta mesas y sillas en las veredas, relojes caídos y deteriorados, y molestias ocasionadas por filmaciones en locaciones barriales.
El mal funcionamiento de los semáforos, que titilan, están apagados o descoordinados, y, especialmente, sus “ruidosas” cajas merecen un punto y aparte. Con un total de 6929, siguen a la “vía pública” en el ranking de lo más cuestionado en el inagotable universo del 147.
Tampoco pierden protagonismo “otros vecinos” de las calles de Buenos Aires, como las plagas de avispas, las ratas y otros insectos (que suman unas 3700 quejas) o los malos olores, gases tóxicos y el “humo negro” producido por los colectivos (1800); una postal que a los ojos del residente se vuelve, gradualmente, moneda corriente.
APARTADOS IMPERDIBLES
Lejos de los rubros señalados, se codean entre sí aquellos que más allá de las cifras obtenidas muestran otras caras de la ciudad, de esas que no todos ven o aprecian.
Así, entran en escena los perros porteños en detrimento de otras mascotas. Son puestos bajo la lupa los que no tienen bozal o son trasladados sin correa. Las críticas se redireccionan enseguida a sus dueños, sobre todo, a los particulares que llevan más de tres ejemplares y a los paseadores, cuando transitan con más de ocho canes en forma simultánea.
En otro orden de cosas, espacios como las plazas y los cementerios se suman a este sondeo de lo menos convencional. Llama la atención que la gente solicite fuentes y que, al mismo tiempo, se lamente por su deterioro o falta de mantenimiento. Entre los reclamos sobre esta cuestión en particular se destacan la falta de higiene en cementerios y crematorios, así como el cobro indebido realizado por varios cuidadores.
Son reiteradas las quejas que despierta el capítulo dedicado a la mala atención que recibe el público en oficinas y dependencias estatales. La ausencia de una sala de espera, el tiempo de espera excesivo o la lentitud por parte de los empleados cubren el podio de esta categoría.
En cuanto al transporte, pisan fuerte las quejas en torno al subte, además de lo expresado sobre el mal servicio que prestan algunos taxistas. Sin caer en los típicos pedidos, como la suspensión de aumentos y paros o la reducción de la frecuencia entre una formación y otra, figuran la falta de baños, la amplitud térmica (altas y bajas temperaturas) bajo tierra, el malhumor del personal y los mapas de la red en mal estado o desactualizados.
Vía pública
A las quejas por deyecciones de canes y animales muertos en la calle se suman la invasión de veredas con sillas y mesas y las molestias por las filmaciones
Semáforos
Ocupan el segundo lugar entre las quejas, sea porque están apagados o descoordinados o, incluso, por el ruido de sus cajas
Plagas y mal olor
La presencia masiva de avispas, ratas u otros insectos y las pestilencias, gases y el humo de los colectivos siguen en la lista
Pésima atención
Hay quejas contra taxistas que se niegan a hacer viajes o los alargan y por el servicio en oficinas públicas.
Por Valeria Vera | LA NACION