En este primer año, el papa Francisco generó un giro espiritual muy importante, logrando centrarnos en algo clave, algo que se esperaba: una Iglesia sin protocolos, más cercana a lo que la gente siente. Para un primer año, fue muy positivo. Por supuesto que le queda un trabajo muy grande por delante, pero hizo más de lo que esperábamos, al menos desde dentro de la Iglesia.

 

En el clero, como en la vida misma, hay cosas que no se las puede cambiar de un día para el otro. Y lo fundamental es que logre acercar a la gente a Dios, a una vida más cristiana; y eso, el Papa lo ha hecho. Para no­sotros, el punto más importante.

 

En muy poco tiempo, logró poner el foco en la necesidad de una vida más austera, más simple, sobre todo para quienes elegimos el sacerdocio. Con gestos, con sanciones, con el ejemplo, nos ha mostrado que no debemos ser Príncipes de Grecia, sino servidores de la Iglesia. Ya desde sus primeras visitas, ha reivindicado un mundo para todos, que incluya a los más pobres, a los marginados. La importancia del trabajo con la juventud, con una llegada inmensa como fue su visita a Río de Janeiro y donde dijo: “Chicos, hagan lío, muévanse, sean creativos; hagan las cosas que hay que hacer”. Y vemos también los casos concretos en los que intervino por la paz, como el caso de Siria.

 

En ese sentido, es importante rescatar cómo llega al papado: Benedicto XVI, el Papa anterior, había dejado una marca importante al renunciar, y nada menos que diciendo que no tenía fuerzas para cambiar. Para los que conocemos la historia de la Iglesia, eso fue revolucionario. Hasta entonces, parecía que el Papa tenía que morir para ser reemplazado. Juan Pablo II podría haber enfrentado de otra manera su penosa enfermedad de haber entregado antes la Iglesia.

 

Entonces, entre sus primeros desafíos, Bergoglio debía identificar qué es lo que se tiene que cambiar y qué es aquello que Benedicto no tenía fuerzas para transformar. Estamos lejos de lo que exponía el Concilio Vaticano II, pero hay que concretarlo y la tarea de Bergoglio va a ser poder conquistar muchos de aquellos ideales. Estoy convencido de que va en esa línea.

 

Las verdaderas transformaciones se hacen desde abajo hacia arriba; no de arriba hacia abajo. Bergoglio puede cambiar la cúpula del Vaticano, pero las verdaderas transformaciones las tenemos que dar nosotros.

 

Quienes critican a Francisco son una minoría y está bien que puedan expresarse. Pero la mayoría del pueblo está de acuerdo con el Papa. En la Iglesia se ha trabajado más que en otros grupos donde se han escondido cosas. Hay gente que no cree en la vida.

 

También hay quienes le tienen bronca a Bergoglio y hay quienes buscarán la forma de criticarlo. Muchas veces vimos alianzas entre grupos que se dicen progresistas y ultraconservadores para hablar en contra de Bergoglio desde que era obispo. Para nosotros, para cualquier persona común y corriente, en un año, 365 días, es muy poco lo que podemos cambiar; imaginemos cuánto más difícil debe ser para una persona que tiene una tarea de tal magnitud.

 

Muchos de los objetivos sobre los que avanzará el Papa tienen que ver con la vida cotidiana, temas sobre los que la gente necesita una respuesta. Entre ellos, se encuentra el sacramento para todos, que es lo que está promoviendo. No puede ser que la gente no pueda vivir con la comunión por haberse separado. No tanto grandes temas de la política, sino más bien comunes, de la vida pastoral y religiosa que necesitamos solucionar, y sobre los que la gente se angustia.

 

Las verdaderas transformaciones se hacen desde abajo hacia arriba; no de arriba hacia abajo. Bergoglio puede cambiar la cúpula del Vaticano, pero las verdaderas transformaciones las tenemos que dar nosotros, con nosotros mismos, desde el lugar en donde estamos. Por eso es muy importante el debate, el trabajo que se hace en las bases, en las parroquias, con la participación del laico.

 

El Papa está promoviendo un cambio espiritual, marcando un rumbo, y eso es muy importante. No me quedo conforme si pensamos que cambiando a alguien ya estamos todos mejor, sino sólo si entendemos que nosotros somos los que tenemos que producir un cambio. Como dice el tema de Alfredo Zitarrosa: “Crece desde el pie”.

 

*José María Pepe Di Paola, cura villero

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