El barbijo se hizo masivo y obligatorio desde el comienzo de la pandemia. Y Atom Protect, fue desarrollado con científicos que investigan en el CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) junto con un empresario textil, por tener no solo una barrera física sino también química, que impide el paso de virus, se volvió muy buscado por los argentinos. A continuación, la historia de como se gestó el producto.

En marzo de 2020, después de regresar de una exposición de innovaciones para la industria textil en Italia, Alan Gontmaher y Ángeles Espeche querían fabricar  toallas y toallones con telas capaces de inactivar hongos y bacterias para evitar el olor a humedad.

Pero justó llegó el Covid-19: “La mayoría de las empresas textiles empezaron a fabricar barbijos. También pensamos en hacer barbijos, aunque queríamos lograr algo distinto,el mejor barbijo del mundo. Si podíamos eliminar bacterias y hongos de las telas, ¿por qué no intentar eliminar también virus?”, recuerda a buenosaires.gob.ar, el empresario textil Gontmaher.

Poco después de esa idea nacía el barbijo Atom Protect,  conocido como “el barbijo del Conicet”, aunque la institución no es una industria, sino que financia diversos proyectos de investigación en diversas disciplinas científicas.

Así surgió la mascarilla de uso social de la que se han vendido ya más de un  millón de unidades. Cuenta con nanopartículas invisibles, infinitamente pequeñas pero muy poderosas, tanto que en pocos minutos son capaces de eliminar el mismo virus

Se lo llama popularmente como “el barbijo del Conicet” porque fue gestado a través de un convenio de colaboración entre la empresa Kovi SRL -que dirigen Espeche y Gontmaher- y científicos de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam).

“Yo aporté el conocimiento textil y la intención que se buscaba en el desarrollo. Y el Conicet, la UBA y la Unsam el conocimiento científico, el ajuste de fórmulas y la formulación”, explica el emprendedor.

El primer contacto de la empresa textil con los científicos fue a través de una persona que trabaja en Kovi y que conocía a un investigador de la UBA. A partir de ahí se produjo una rápida interacción entre las distintas partes comprometidas con el proyecto. “Enseguida hablé con Silvia Goyanes y Ana María Llois, del Laboratorio de Polímeros y Materiales del Instituto de Física de Buenos Aires de la UBA, que son investigadoras del Conicet. Ellas se contactaron con científicos del Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental de la Unsam, Griselda Polla y Roberto Candal. A los 45 días estaba lista la fórmula que íbamos a usar. Un trabajo en tiempo récord”, puntualiza Gontmaher.

Toda la inversión necesaria para ir adelante con el proyecto fue de Kovi. “Invertimos 10 millones de pesos inicialmente y luego, 60 millones más en maquinarias e infraestructura, porque es necesaria una tecnología especial para impregnar las telas con nanopartículas sanitizantes -afirma Espeche-. Para llevar adelante nuestro proyecto nos otorgó un préstamo el Banco Nación. Nuestra oficial de cuentas, Mariel Curiel, confió en nosotros y también Matías Savoia, el gerente de la sucursal Mataderos. Sin ellos, no habríamos podido dar ese primer paso: al principio de la pandemia había mucha incertidumbre y el panorama era muy difícil.”

“Luego de conseguir la fórmula empezamos a probarla, a corregirla y a mejorarla -cuentan-. Para junio teníamos el producto terminado y ahí comenzaron las pruebas de efectividad contra bacterias y hongos, una capacidad de nuestro barbijo que fue certificada por el INTI, a cargo de Laura Matos. Luego, lo certificamos contra coronavirus, cuya inactivación al 99,9% fue constatada por el INTA, a cargo de Irene Álvarez. Después empezamos la producción, a fines de julio firmamos el convenio con el Conicet y en agosto salimos a la venta.”

De las ventas, el Conicet percibe una parte. Además, Kovi lleva donados 7000 metros de tela para confeccionar 180.000 barbijos que la UBA y la Unsam ceden a cooperativas de trabajo para repartir gratuitamente.

Del lado de afuera, el barbijo es violáceo; del lado que se apoya en la boca y la nariz es verde. En pruebas de laboratorio, su capa externa mostró inactivar el virus SARS-CoV-2 en 5 minutos, cuando hacen falta 15 minutos de contacto con alguien infectado para contraer la enfermedad. Su capa interna, en tanto, tiene propiedades bactericidas y antihongos que evitan que la persona que lo usa respire sus propios gérmenes. “Por eso, se puede utilizar hasta 8 horas seguidas -dice Gontmaher-. Como los activos antivirales, fungicidas y antibacterianos se mantienen en la tela, es posible lavarlos (a mano o a máquina) hasta 15 veces sin que se alteren sus propiedades”.