La Presidenta pidió que se modifique el nombre y la decoración del salón destinado a recordar al navegante genovés
Las paredes ya están pintadas de un intenso borravino a la espera de recibir las obras plásticas que las adornarán -hasta ahora, un secreto-. Una mesa gigante en el medio del salón con pantallas táctiles mostrará imágenes que todavía no son públicas, mientras los obreros terminan de acondicionar un angosto pasillo completamente cubierto de espejos que se construyó para exclusivo uso presidencial.
Así será el último de los salones remodelados por Cristina Kirchner en la Casa Rosada y que, como una historia que se repite, volverá a tener a Cristóbal Colón como protagonista.
El espacio dejará de llevar el nombre del conquistador de América, para rebautizarse como Pueblos Originarios, una idea que la Presidenta tuvo hace un año, cuando comenzaron las obras que ya están a punto de terminar para que Cristina las deje inauguradas en los próximos días.
La decisión se da después de que la jefa del Estado ordenó mudar el monumento a Colón que está detrás de la Casa Rosada, lo que le valió una pelea con el gobierno porteño (hoy aplacada) y las quejas de las asociaciones proteccionistas del patrimonio histórico y la comunidad italiana.
Esta vez, lo que cambiará será apenas el nombre. No hay mucho más que quitar. Ese espacio no tenía referencia alguna a la historia y se había convertido en un cúmulo de oficinas divididas por paredes de Durlock.
Con la inauguración del espacio dedicado a los Pueblos Originarios, la Casa Rosada que Cristina Kirchner remodeló tendrá ahora su duodécimo salón. Ya existen el Blanco, el Sur y el Norte, los menos usados por la Presidenta; el Mujeres, preferido de la jefa del Estado, y sus creaciones personales, como el de Eva Perón, Científicos, Patriotas Latinoamericanos, de los Pintores y Martín Fierro, además de la Galería de los Ídolos Populares y el Museo del Bicentenario.
“Vamos a poner estas historias que nadie nos contaba de la cultura, del conocimiento que había en esos pueblos originarios”, definió la Presidenta cuando lanzó la idea.
“Lo primero que hay que hacer para colonizar es convencer al colonizado de que no sirve para nada”, abundó, en su reticencia hacia la figura de Colón.
Seguimiento personal
La Presidenta se ocupó en persona de seguir el día a día de los detalles de la refacción.
Apenas terminó su licencia médica tras la operación del hematoma craneal, el Salón de los Pueblo Originarios fue el primero que supervisó. Incluso en los días de enero en que decidió no mostrarse en público, por la tarde era común verla recorriendo este nuevo espacio, siempre acompañada del secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli.
Ubicado en la planta baja de la Casa Rosada, el rebautizado rincón es una suerte de continuidad de la Galería de los Patriotas, pero con vista, paradójicamente, a la plaza Colón, donde estaba el monumento hoy desmantelado. Allí, Cristina tiene previsto colocar una escultura de Juana Azurduy, heroína de la emancipación. Posiblemente haya alguna referencia a la generala del Ejército designada post mórtem por decreto, que ya tiene un lugar destacado en el Salón Mujeres. Una primera fecha de inauguración era el próximo viernes, aunque por ahora en Balcarce 50 dejaron el acto en suspenso.
Todavía son un misterio las pinturas que se colocarán en las paredes del salón, que hoy luce austero. Lo único más llamativo es el pasillo de paredes espejadas construido para que la jefa del Estado pueda trasladarse directamente desde el ascensor presidencial hacia el nuevo salón sin tener que transitar por el Patio de las Palmeras, de acceso público.
Una posibilidad es que en el nuevo salón Cristina incluya un cuadro del ex presidente Néstor Kirchner que tiene colgado en una de las paredes de su antedespacho. Hoy el lugar está despoblado de muebles y decoración y con carteles en sus puertas que indican que los pisos están recién plastificados, casi listos para la inauguración presidencial.
Por Mariana Verón | LA NACION
