Avanza en la Legislatura un proyecto que impide intervenir el adoquinado y obliga a reponerlo de donde fue sacado. Hoy, en la Ciudad, las cuadras con “piedras” representan sólo el 21% del total.
Odiados por los taxistas pero amados por los vecinos, los adoquines son un rasgo típico de la cara de Buenos Aires. Sin embargo, su preservación, algo que en otras ciudades ni se discutiría, siempre estuvo cuestionada. En muchos barrios las históricas piedras fueron levantadas, incluso este mismo año, y sólo se respetaron a duras penas las calles del Casco Histórico. Ahora la Legislatura porteña podría ponerle un final a la discusión: el macrismo y la oposición votarían antes de fin de año un proyecto consensuado para proteger los adoquines, prohibir su venta y, con el tiempo, volver a ponerlos en las calles donde se los perdió.
La iniciativa surgió de la oposición. Uno de los proyectos que se toma como base es el que presentó el kirchnerista Francisco “Tito” Nenna. Hoy, la ley N° 65 sólo protege a las cuadras adoquinadas que estén en zonas con protección histórica o adyacentes a monumentos, y a la vez permite terminar de pavimentar a aquellas que ya tengan más del 40% de su superficie con asfalto u otros materiales. La propuesta es que no se pueda tocar ninguna calle de la Ciudad con adoquines y repararlas sólo con piedras. Además, que con el tiempo se vuelvan a colocar los adoquines en las cuadras donde en algún momento fueron levantados, y también restablecer el adoquinado en las calles donde las piedras fueron cubiertas por asfalto. “El pavimento granítico ha sido una de las mejores inversiones de la ciudad largamente amortizado en la utilidad de tantos años”, aseguró Nenna en los fundamentos de su proyecto.
El otro expediente presentado es de Rafael Gentili, diputado de Izquierda Democrática. Propone básicamente lo mismo, aunque pide que el poder Ejecutivo haga en 60 días un inventario de las calles a proteger. Además, incluye sancionar con 10.000 a 50.000 unidades fijas (hoy equivaldrían a entre $ 16.600 y $ 83.000) a quien utilice adoquines de la Ciudad en construcciones particulares. “Hay que tener en cuenta que en el largo plazo, los costos del efecto de asfaltar una calle son mucho más altos que la reparación integral del adoquinado, sin contar las roturas por aperturas de empresas de servicios públicos, cuyas constantes y pésimas reparaciones dan lugar a nuevas intervenciones de obras”, aseguró Gentili.
Ambos proyectos prohíben la venta de los adoquines. ¿Por qué este punto? Porque en los últimos años, a medida que el Gobierno macrista fue levantando calles adoquinadas o eliminando piedras en algunas cuadras para construir cunetas de hormigón, creció la sospecha de que esos elementos eran posteriormente vendidos, por ejemplo a countries del conurbano que los usaban en sus calles internas. En el Gobierno porteño siempre lo negaron, y aseguraron que los adoquines se reservan en los depósitos municipales de parque Roca y avenida Castañares: allí, según el PRO, hoy habría unos 50 millones de adoquines en desuso. Se estima que unas 5.000 cuadras, el 21% del total de la Ciudad, están adoquinadas.
En el macrismo están dispuestos a avanzar con una ley consensuada. Pero piden algunos cambios. Uno de ellos es que les den más tiempo para hacer el inventario de calles. El otro tema es que les permitan usar los adoquines en desuso para algo más que arreglar las cuadras: “Nadie está hablando de venderlos, pero sí pedimos que nos permitan usarlos para las calles internas de las villas, para el espacio público o las sendas peatonales. También hay piedras que ya no se pueden recuperar y que podrían ser usadas como pedregullo para reparaciones en las calles”, explicó Karina Spalla, legisladora de PRO y presidenta de la Comisión de Planeamiento Urbano.
Más allá de que son parte del patrimonio histórico porteño, los adoquines tienen otras ventajas. Escurren mejor las lluvias y evitan que las calles se inunden, y tienen una vida útil muy superior a la de otros materiales. Además, indirectamente colaboran con la seguridad vial, porque en las cuadras adoquinadas los automovilistas tienden a bajar la velocidad. Por el contrario, los vehículos sufren vibraciones y a veces les cuesta frenar si el piso adoquinado está mojado. Además, reparar una cuadra con asfalto cuesta entre $ 300.000 y $ 400.000 y demora un día, mientras que reponer el adoquinado sale cuatro veces más y demora hasta 20 días, según el Gobierno porteño. El otro problema es que cada vez quedan menos operarios que conozcan cómo colocar correctamente los adoquines.
Pero los vecinos no los quieren perder, y en muchos casos acudieron a la Justicia. A través de la Unidad de Patrimonio Histórico de la Defensoría General de la Ciudad, muchos consiguieron recursos de amparo para proteger calles en San Telmo, Palermo y Parque Chacabuco, por ejemplo.