Las bibliotecas porteñas, durante mucho tiempo desconocidas para los propios vecinos, mutan hoy su función y parecen renacer con una inyección de sangre nueva pese a las nuevas tecnologías. Y salen a la calle para hacerse conocer en los barrios y buscar nuevos adherentes. Hoy ya tienen más de 70 mil y van en aumento.
Lo confirma Alejandra Ramírez, titular de la Dirección General del Libro, Bibliotecas y Promoción de la Lectura de la Ciudad. “Contamos con una red 30 bibliotecas públicas que ya cuenta con 71.200 asociados, número que va en aumento”, sentenció. Y relata las estrategias: “Cuando hacemos algún evento como las liberaciones de libros, donde distintas personas intercambian textos, u organizamos un encuentro con algún escritor, los vecinos se acercan mucho más. De esa forma atraemos a la gente del barrio que no conocía la biblioteca y sus actividades y que viene por primera vez”.
La funcionaria asegura que en los tres últimos años hubo un gran incremento de asociados. “Logramos instalar las bibliotecas de otra manera, que no sólo sea un lugar para estudiantes sino también para la gente que le gusta la literatura y que de esa forma puede llevarse una novela a su casa. La biblioteca pública debe albergar a todos los lectores y a todas las inquietudes”, cuenta.
En este sentido, un caso ejemplar es el de la biblioteca Estanislao Del Campo, de Parque Chacabuco, donde un grupo de estudiantes de la UBA acercaron a unos chicos de una villa cercana y allí los ayudan a hacer la tarea. La movida trascendió al barrio y los vecinos, a modo solidario, donaron útiles.
Basta con recorrer las bibliotecas para notar que el público va desde estudiantes a amantes de los libros. Y muchos las utilizan como un refugio para el vértigo de la Ciudad. Kevin Mogrovijo, de 22 años, vive en Pompeya y estudia en un terciario de Recoleta y utiliza las mesas deRicardo Güiraldes para estudiar: “Vengo para poder concentrarme y me prestan libros que me sirven para la carrera, sostiene. Por su parte, María Ponzo, de 21 años, estudiante de Ciencias de la Comunicación, cuenta que “es mucho más fácil concentrarse en un lugar donde no tenés ni tele ni computadora que te disperse y además están todos en la misma y es más difícil distraerse”.
En el otro extremo, en edad e inquietudes, se encuentra Alfredo Alonso, un fiel socio de la biblioteca Julio Cortázar de Villa Crespo. “En 15 días leo tres libros que saco de la biblioteca. La verdad es que vengo acá porque comprarlos me saldría una fortuna”, reconoce.
La biblioteca de Villa Crespo es una de la más activa en esto de abrirse al barrio. Desde su inauguración hace cuatro años, han organizado proyecciones de películas, muestras fotográficas o charlas con escritores con las que no paran de sumar adherentes.
Si bien buscan nuevos lectores en la calle, las bibliotecas también cambian puertas adentro. Algunas suman Internet libre o algunos eBook y otras le agregan color y cómodos sillones. Un claro ejemplo es la Joaquín V. González de La Boca. “Desde que la reinauguramos va mucha más gente que antes, porque es un lugar más amigable para estar”, dijo la Directora General del Libro. El local de la calle Suárez cuenta con un espacio infantil, una computadora para consultas y estanterías abiertas, otro elemento que según Ramírez, moderniza mucho más a las bibliotecas que llenarlas de computadoras.
Justamente muchos sostienen que las nuevas tecnologías van en detrimento de la lectura. Sin embargo, la ONG Asociación Vecinal de Villa del Parque, es un claro ejemplo de que el libro sigue dando batalla: en el 2015 la biblioteca popular con la que cuentan cumplirá 90 años. La secretaria general de la comisión directiva, Gabriela Picasso, asegura que la biblioteca tiene 120 afiliados, donde la gran mayoría supera los 40 años. “A los socios les pedimos un bono mensual de $ 10. Pero los principales ingresos de la biblioteca los tenemos a través del subsidio mensual de la Dirección General del Libro y Promoción de la Lectura”. Por fuera de la red de bibliotecas públicas también reciben libros una vez año a través de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP) y del subsidio para comprar ejemplares al 50% en la Feria del Libro.
“Las bibliotecas barriales, y particularmente ésta son puntos de convergencia entre personas de distintas edades e intereses. Acá vienen a tomar prestado libros los chicos del secundario o también personas de 70 y 80 años que leen por diversión”, dice Picasso.