El jueves 1 de diciembre a las 15.30 h en el Museo Malvinas (Calzadilla 1301, Nuñez, ciudad de Buenos Aires) se presentará, con entrada gratuita, Islas de Fuego. Oratorio sureño compuesto por el maestro Fernando Lerman, con textos de Gabriel Lerman y la participación de Silvia Iriondo, Juan Palomino, Daniel Berbedes y Leandro Kalen, como músico invitado.

La obra propone una mirada contemporánea sobre la historia de la presencia argentina en las islas, que comenzó en 1828 con la llegada del primer comandante político y militar de las islas por el gobierno de Buenos Aires, Luis Vernet. Dar cuenta de los extensos caminos que se recorrieron para defender la soberanía argentina sobre las islas, es un objetivo para el cual la cultura y la creación artística son herramientas fundamentales. El escenario del Espacio dará un marco ideal para completar el sentido histórico que propone esta historia de la cacica María la Grande y del gaucho Antonio Rivero.

Islas de fuego es un genuino intento de relato colectivo y popular sobre lo nacional y la soberanía. Pone en el presente esas tramas bajo una mirada crítica en torno a la situación de colonialismo, que se perpetúa en nuestras islas. El oratorio recupera la historia de las personas que participaron de la construcción de los primeros asentamientos nacionales, sus identidades regionales, su pertenencia étnica o comunitaria, para revincular la historia de las Islas con la historia de la Nación, para evitar que quede aislada como un capítulo ajeno e independiente de la misma.

¿Quiénes fueron María la Grande y Antonio Rivero? Los libros de historia los develan, respectivamente, como la primera líder tehuelche en pisar las Islas Malvinas y el gaucho que encabezó una revuelta cuando los ingleses usurparon las Islas. Dos emblemas de momentos históricos: el de la toma de posesión argentina de las Malvinas; y el de la resistencia ante la llegada de los ingleses al archipiélago.

Islas de Fuego es un oratorio un poco académico y un poco popular, con texto de mi hermano Gabriel, que es escritor, novelista y ensayista. Un proyecto que estamos escribiendo, trabajando, desde hace casi tres años. La obra es muy especial. El argumento tiene que ver con el momento en que las Malvinas fueron habitadas por argentinos. Las Malvinas son argentinas, pero hubo 12 años que estuvieron habitadas por argentinos. Después sucedieron los hechos que narra la obra. Hubo una invasión inglesa, hubo un gaucho que se sublevó, y volvió a izar la bandera argentina y hubo una cacica tehuelche que visitó, por primera vez, las Malvinas, cuenta la leyenda. Esta historia es muy poco difundida entre nosotros y hace, de alguna manera, resonancia con la guerra de las Malvinas, con nuestros caídos, con 1982, pero es una historia del siglo XIX, de 1830, poco contada pero muy interesante. Tal vez a partir del oratorio Islas de Fuego, el público se interiorice”.

“Islas de fuego, nuestras Islas Malvinas. El oratorio sureño es un espectáculo donde se conjugan la música, la poesía, la actuación. Creo que es bueno refrescar la memoria y entrar en la actividad lúdica del disfrute. Entender que la memoria, que la geografía, que la historia son fundamentales para seguir construyendo nuestra identidad. Que las Malvinas son argentinas no tengo ninguna duda y una forma de contar las Malvinas es esta experiencia con el oratorio. Estoy seguro que, al finalizar el espectáculo, el público va a tener una mirada aguda, certera, inclusiva, inteligente, sagaz, fuerte, sobre nuestra propia historia, sobre nuestra identidad y, sobre todo, sobre nuestras queridas Islas Malvinas”.

María La Grande

María recorría a caballo la Patagonia, con su pelo lacio al viento. No llevaba la cara pintada con colores como los tehuelches de su comunidad, se adornaba con aros hechos de medallas de la Virgen María y llevaba con ella una estatuilla de Cristo. A su paso su figura se imponía: las tribus la consultaban, la saludaban y la celebraban. Su liderazgo abarcaba desde el Río Negro hasta el Estrecho de Magallanes. Hace 200 años, María “La grande” era la cacica tehuelche más poderosa de la región.

Había nacido en 1789 y, durante su infancia, había aprendido a negociar con los europeos que llegaban a su territorio en busca de recursos naturales. Luego, como cacica, desplegó esos conocimientos para intercambiar carne, mantas de guanaco, pieles y plumas de ñandú por monturas, cuchillos, yerba, azúcar y alcohol para su pueblo. Gracias a su talento para negociar, su capacidad de oratoria y sus habilidades políticas no solo logró el bienestar para los suyos, sino también la paz en la región. Así, fue admirada por los viajeros y comerciantes que llegaban a la zona, como el científico Charles Darwin, el comandante Fitz Roy o el político Luis Vernet, quien la llevó a las Malvinas.

Se conocieron en 1823, cuando Vernet llegó a Península Valdés para cazar caballos salvajes y la cacica María se presentó acompañada de mil personas para impedirlo. Pero confiando en sus habilidades, lo invitó a negociar. La cacica fue clara: todo lo que hubiera en su territorio, le pertenecía a su pueblo, se mostró inflexible. Vernet, entonces, cedió bienes a cambio del ganado y deslumbrado por su poderío la nombró María “La grande”, comparándola con la poderosa emperatriz Catalina de Rusia.

Años más tarde, en 1829, Vernet fue nombrado primer gobernador y comandante político y militar de las Islas Malvinas y adyacentes al Cabo de Hornos. Enseguida, con un grupo de 50 personas, armó Colonia San Luis en la isla Soledad y buscó la aprobación de María La Grande para comerciar en la región. Entonces, decidió invitarla junto a su comitiva a visitar Puerto Luis en 1831.

María llegó a las Islas Malvinas el 15 de enero de 1831 y fue recibida con todos los honores. Al bajar del barco le entregó a la esposa de Vernet un quillango de guanaco a modo de ofrenda y recibió un vestido azul. Recorrió las islas durante 15 días y regresó a tierra firme cubierta de regalos, entre los que se encontraban frenos, espuelas y estribos hechos en el taller del herrero de Puerto Luis.
Al parecer el viaje fue un éxito y María se decidió a apoyar a Vernet para que los colonos se afianzaran en el lugar.

El gaucho Rivero

Nació con el nombre de Antonio Rivero, pero la historiografía argentina moderna lo apodó “El gaucho” Rivero y lo reconoce como el peón de campo que lideró un alzamiento en las Islas Malvinas en 1833, el año de la ocupación británica de las islas. No hay opiniones unánimes respecto a su figura y sus acciones en Malvinas. Mientras que para algunos historiadores el motín se habría producido por las duras condiciones de vida de las islas, para otros historiadores argentinos Rivero fue un héroe popular que se sublevó con el fin de expulsar a los británicos de las islas y recuperar la soberanía argentina.

Rivero había llegado a las Malvinas en 1827, donde trabajó como peón en Puerto Soledad atrapando ovejas y cerdos a los que luego amansaba. El historiador Felipe Pigna lo describe pendenciero y analfabeto, pero muy cercano a los que trabajaban con él, en condiciones bastante duras. Cuando en 1833 Reino Unido ocupó las Malvinas por la fuerza, expulsó a las autoridades e izó su bandera, “El gaucho” fue uno de los que se quedó trabajando en las islas, pero las condiciones de trabajo empeoraron, incluso era muy difícil alimentarse.

El 26 de agosto de 1833 bajo el liderazgo de Rivero, ocho gauchos se rebelaron, armados con facones, espadas, pistolas, boleadoras y mosquetes. “Los gauchos, llevados casi al frenesí, con una furia patriótica, sacaron la enseña inglesa y, delirantes, enarbolaron la de Belgrano. El resto de los pobladores, con las mujeres y los niños fueron respetados”, dice el historiador Martiniano Leguizamón en su libro Toponimia criolla en las Malvinas.

De este modo el gaucho Rivero y sus hombres recuperaron las Islas Malvinas y mantuvieron dominio sobre ellas durante seis meses, ignorados totalmente por las autoridades de Buenos Aires y sin que los reconquistadores pudieran comunicarlo. La bandera del Reino Unido dejó de flamear desde agosto de 1833 hasta enero de 1834. La suerte de los restablecedores de la soberanía nacional sobre las islas Malvinas tuvo un vuelco significativo cuando llegó a las costas de Puerto Soledad el barco inglés Challenger, el 8 de enero de 1834 con el teniente Henry Smith junto a cuatro suboficiales y 30 soldados de Marina para que busquen al grupo liderado por Antonio Rivero. Recién el 21 de enero los ingleses logran recuperar el control de Puerto Soledad. La persecución fue más punzante, y Rivero y su gente debieron pedir pequeñas treguas por la falta de alimentos. El primero en entregarse fue el gaucho José María Luna ante el capitán Seymour el 11 de enero, y el último fue el gaucho Antonio Rivero, el martes 18 de marzo de 1834.

Islas de Fuego, Oratorio sureño recorrerá estas historias para contar nuestra historia. Mostrará un entramado histórico donde “El Gaucho” Rivero y “María la Grande” confluirán en un cruce de visos épicos y trágicos para narrar la historia argentina en las Malvinas.